El alicantino, a hombros con tres orejas, cuaja una gran faena a un bravo jandilla; Morante, un trofeo, acaricia la puerta grande y Juan Ortega no tuvo apenas opciones con su lote.
Entre Fallas y Magdalena tuvieron que pasar dieciséis días que para viéramos salir el sol. Caminabas hacia la plaza y hasta se notaba otra alegría en la gente. Fuera paraguas, chubasqueros, plásticos varios y prendas de abrigo más propias de un fin de semana en Baqueira Beret que de una tarde de toros. La buena entrada que registró la plaza vino a confirmar que la lluvia y el mal tiempo han frenado mucho al público en las dos principales feria de marzo. Helios, el dios del Sol, tiene un tirón taquillero incontestable pero se anuncia cuando quiere y donde quiere.
En lo artístico, la tarde fue para José María Manzanares, que mantiene su idilio con una plaza que se le da de maravilla y tiene un seguro de vida en forma de espada y que es un pasaporte hacia el éxito. Especialmente buena la faena que le cuajó de principio a fin al quinto, un gran toro de Jandilla, que lidió un encierro en el que hubo de todo, al que en ocasiones faltó algo de fondo y en el que el alicantino contó con la mejor fortuna en el sorteo.
La resaca de la gran tarde del sábado aún duraba. «Cómo le embista uno a Rufo en Madrid…», me comentaba subiendo para el palco Javier Ruiz, morantista confeso y predispuesto a que su torero le diera una alegría. No pudo ser en el recibo al primero, de bonitas y redondas hechuras. Comenzó a paladear algo en el personal galleo por chicuelinas con el que el de La Puebla puso al toro en suerte en el caballo y ya lo vi disfrutar de verdad en el quite, en el que Morante dejó tres lapas y una media sensacionales. Mucha más dosis de calidad que de fuerza el de Jandilla. Pese a todo, por el lado derecho embistió con categoría una docena de veces y cuando arrancó la banda con el pasodoble Gallito (menuda feria buena ha echado el Ateneo Musical Schola Cantorum de La Vall d’Uxó), se puso a torear en serio Morante. Un par de series, no más, que unidas a los ayudados por alto finales y que fueron carteles de toros, bastaron para que la gente se metiera en la cuestión. Tras la estocada, se pidió la oreja que no fue concedida y el de La Puebla no quiso dar la vuelta al ruedo.
Manso en varas y descompuesto el cuarto de la función, el bueno de Javi se quedó sin ver a Morante mecer la capa esta vez. Brindó a Ripollés, que le besó en la frente como quien besa a su hijo cuando lo deja en la puerta del colegio. Los papelillos se posaron en terrenos de sol y al abrigo de aquellas tablas se fue el sevillano a iniciar su faena de manera hermosa. Los doblones para someter, la trincherilla, el garboso molinete. En redondo, hubo muletazos buenos sobre ambas manos, cosas sueltas sin redondear por la condición del toro. Y todo lo acabó en las mismas tablas del principio porque el de Jandilla acabó muy rajado. Sorprendió el genio con unas manoletinas poco habituales en su repertorio. El sitio con la espada del sevillano es encomiable, por regularidad y efecto. Otro volapié de primeras y toro al suelo para acabar paseando el trofeo en vuelta solemne y de regalos varios de los más fieles.
El segundo era un zapato y despertó en varas, derribando el jaco que montaba Paco María y embistiendo de categoría en el capote de Daniel Duarte. Fue buen toro “Ibis”, nomenclatura de impuestos, ayudado por el cuello que no tenía alguno de sus hermanos. Fijo, pronto y alegre, anduvo con él Manzanares entre dos aguas. Con cosas buenas porque es muy buen torero, pero sin la rotundidad de cuajarlo como se podía llegar a presagiar en los primeros compases. Hubo un derechazo en la segunda raya de enfrente de toriles que duró una eternidad y un par de pases de pecho monumentales, pero todo fue en tandas cortas sin soltar la embestida, alejadas de la excelencia. Mejor sobre la mano derecha que al natural, mató de una estocada casi entera de efecto fulminante y paseó un trofeo.
El alicantino recibió al quinto con disposición pero sin brillo. Con el hierro de Vegahermosa, el toro era una belleza. Chato, reunido y con expresión de bravo. Toda la corrida lució lustre y buen cuido, algo que siendo cuatreña recién cumplida toda ella, habla muy bien del compromiso de Borja Domecq Noguera y su hermana Fátima con el legado del padre. Chocolate dejó con él un buen tercio de varas y Duarte dos grandes pares de banderillas. El Soro volvió a escena con la trompeta, esta vez desde la meseta de toriles, cuando Manzanares sacaba a los medios a “Zorrastrón”, que de tanto humillar enterraba los pitones en el albero. Josemari, ahora sí, cuajó de principio a fin la clase y codicia de un toro sensacional. Más enterrado, más convencido, con el empaque de siempre, el vuelo de su muleta al natural recordó por momentos y por su velocidad de menos al de aquella tarde venteña en la que inmortalizó a “Dalia”. Faena siempre a más, con un Manzanares roto, vaciando la embestida detrás de la cadera, que es cuando el toreo duele y llega a los corazones. Prácticamente en toriles la rúbrica, con un cambio de mano para cerrar tanda colosal y acto seguido montar la espada, que manejó como casi siempre: muy bien. Dos orejas cortó con mucha fuerza.
Juan Ortega hizo el paseo desmonterado. Se presentaba como matador ante la afición castellonense y la carta de presentación fue una media despaciosa en el quite al tercero, lento y a compás, como un trincherazo apenas iniciada la faena. A partir de ese momento, la fragilidad de su concepto artista afloró para acabar perdiendo la batalla con un toro con su puntito de casta y que reponía entre muletazo y muletazo. No fue una fatiga gorda aquello, pero casi. Con la espada, como sucedió en Valencia, anduvo mal.
Lo mejor de toda la tarde con el capote llevó su rúbrica ante el sexto, más bastito de hechuras que sus hermanos por grandón y despegado del suelo. Personalidad y sello en el toreo a la verónica. En la muleta no sirvió, soltando la cara siempre y sin querer coger la muleta de verdad. Ortega abrevió, la gente se lo agradeció y al menos esta vez lo cazó a la segunda con la espada.
Incidencias: Tres cuartos de plaza en tarde soleada. Molestó el viento en ocasiones. La terna saludó una ovación tras romperse el paseíllo. Bien en la lidia del primero Juan José Trujillo. Se desmonteró Daniel Duarte tras parear al quinto.