Debía ser el día D y la hora H, porque ‘¿y si es hoy la primera Puerta Grande de Morante en Madrid?’. Quién más, quién menos, lo mascullaba entre dientes fuera y dentro de la plaza. Estoico anhelo que seguirá esperando. Porque la realidad es que, en el día de Morante en Madrid, el del regreso también de Ángel Téllez tras su impacto en San Isidro, el de la vuelta del clavel y las apreturas con el Cónclave venteño a reventar… Uceda Leal se llevó la tarde. Los afortunados que le vimos hace mes y medio en Sanse le estábamos esperando. Y no defraudó. Torero bueno, en sazón, cuajado, el madrileño formó un lío aquel día en La Tercera y hoy también puso a todos de acuerdo. Menos a uno, el del palco. Otra vez protagonista inesperado. O tal vez sí. Una faena elegante, torera, bella, clásica después de un grato pique en quites con el de La Puebla. Fue en el buen primero de El Puerto de San Lorenzo, temprano oasis dentro de una corrida con aparato y pitones, pero mansurrona y desrazada. Con ella, Morante, que dejó ese quite mayúsculo al primero y recordó a Bienvenida en el inicio del trasteo al quinto, quedó prácticamente inédito. Mientras, Téllez, muy serio y con aplomo, mantuvo intacto su crédito después de aquella eclosión de mayo.
Rompió plaza un animal largo, con buen cuello, lleno y con caja, pero bajo y proporcionado, amplio y abierto de sienes. Repitió de salida en el percal de Uceda Leal, que le pegó buenos lances a la verónica. Empujó en el caballo y Morante lo sacó de la segunda vara para un templadísimo quite a la verónica. Muy despacio. La media, enroscándose al toro, superior. No se quiso dejar ganar la pelea Uceda y replicó por chicuelinas con el compás abierto. Se desplazó el de El Puerto en banderillas.
El inicio fue una delicia, andando con torería al toro, sobre las piernas, en lidiador, para sacarlo a los medios. Ahí, hilvanó una faena llena de elegancia y buen trazo. Reunido y con empaque, aprovechando la clase del toro, algo más áspero en las cercanías, pero que se desplazó y descolgó en las telas con transmisión. Hubo muletazos caros, despaciosos y cuidando mucho la puesta en escena el madrileño. El final, por ayudados de rodilla genuflexa, muy torero. Enterró una estocada casi entera y se le pidió la oreja, de manera mayoritaria, pero el palco, otra tarde quiso ser protagonista desde primera hora.
El cuarto remató dos veces en los burladeros y se partió la vaina del pitón. El palco, sin embargo, aguardó de manera ilógica hasta que la perdió en el paso por el caballo. Salió en su lugar un cinqueño de José Vázquez. Bajo, de lomo recto, lleno y voluminoso, astifino desde la mazorca, con la cara bien colocada, no permitió el lucimiento a Uceda Leal manejando la seda y pasó sin pena ni gloria tanto por el primero como por el segundo tercio. En este último, hubo que llegarle mucho para ganar la cara. El espigado madrileño planteó la faena en el tercio y en paralelo a las tablas a un astado con fijeza, pero tardo y agarrado al piso. Animal deslucido y de sosa embestida, Uceda optó por tomar el camino de la espada más pronto que tarde, pues de ese pozo no había nada que extraer. La estocada, desprendida, requirió de un descabello. Saludó una cariñosa ovación desde el tercio.
El tercero fue un animal más altote, menos lleno, pero con hueso y caja, largo, algo cuesta arriba y muy abierto de sienes, que salió también a su aire y abantón, echando las manos por delante y sin demasiada entrega en las telas. Cumplió en varas. Se arrancó con alegría y buen tranco en banderillas y se desmonteró Rafael Viotti. Buena brega de Juan Navazo. Toro encastado, con disparo, que Téllez brindó al público. Trató de comenzar sin preámbulos con la zurda, pero no lo admitió el toro, atrincherado en los terrenos del sol. El madrileño, muy cruzado, cuidando siempre la colocación, vendiendo mucho cada cite, consiguió ligar varias tandas de buen porte, hundidos los talones en la arena, con mucho aplomo por ambas manos. Estuvo serio y no era sencillo, porque el exigente y pegajoso ‘lisardo‘, reponiendo, mantuvo ese temperamento hasta bien avanzado el trasteo, unido a falta de humillación. Finalizó por manoletinas. Luego, se le atragantaron los aceros: cuatro pinchazos y una estocada corta.
Cerró la quinta del Otoño otro animal con gran aparato, muy serio y abierto de pitones, largo y despegado de tierra, que no se empleó lo más mínimo ya desde su salida de chiqueros. Animal muy deslucido, que echó la cara arriba en el peto y esperó en banderillas. Téllez lo intentó, se puso por ambos pitones, queriendo, pero el de El Puerto estaba muy vacío, desentendido en cada muletazo, ligarle dos, era un triple salto mortal. Con tirabuzón, en vista de la fría deriva, ya muy cuesta abajo, de la tarde. Lo mató de una estocada al encuentro.
Toro hondo, lleno y largo, muy rematado, con caja y amplio de cuna, abría la cara el segundo, que salió abanto y barbeando las tablas. No tuvo celo de salida en el percal de Morante, que no se pudo ni estirar. Manseando cada vez más, salió suelto en cuanto pudo de los dos puyazos y comenzó a ponerse reservón. Fue costoso en banderillas, porque cortó primero a Lili y se vino al pecho, prácticamente al bulto, a Sánchez Araujo. En el primer muletazo del cigarrero junto a las tablas, salió huido rumbo a las querencias. Morante, en vista, de las muchas complicaciones del burel, prácticamente sin embroque, como ya iba con el acero, lo cuadró y lo ‘despenó’ de dos pinchazos y estocada corta contraria, que necesitó de dos golpes de cruceta.
Dos guadañas por delante lució el quinto, de tremenda arboladura, ofensivo y con amplitud de sienes, largo y con alzada, pero con menos remate que sus hermanos, más suelto de carnes, le cabían por lo menos 50 kilos más. Se emplazó en los medios de salida y tuvo que ir hasta ahí Morante a recogerlo. Se fajó en una lidia añeja, sobre los pies, torerísimo. Se dejó pegar en el caballo y apretó en el tercio de banderillas, donde expusieron Juan José Trujillo y Sánchez Araujo. Ambos se desmonteraron. El inicio de faena fue la enésima postal de otra época del genio de La Puebla. Esta vez, guiño bienvenidista. Lo citó junto a las tablas, con la muleta plegada, pero en lugar de desplegarla, pegó un recorte al animal con la franela aún recogida. Impactante comienzo que tuvo continuidad en los muletazos por bajo posteriores. Sin embargo, el toro, sin entrega y siempre punteando los engaños con violencia, tirando un seco ‘gañafón’, no permitió mayor brillo. Morante lo mostró por ambos pitones y, tras un desarme regresó ya con la tizona. Lo mató de más de media estocada tras dos pinchazos.
Plaza de toros de Las Ventas, en Madrid. Quinta de la Feria de Otoño. Lleno en los tendidos, 22.739 espectadores, según la empresa. Toros de El Puerto de San Lorenzo, bien presentados. El 1º, buen toro, noble y humillador, más áspero en las cercanías, pero con transmisión; el 2º, manso y reservón, complicado; el 3º, encastado y con disparo, movilidad sin entrega; el 4º, agarrado al piso y de sosa embestida; el 5º, violento y con genio, nunca descolgó; y el 6º, desentendido y sin celo, muy deslucido.
Uceda Leal (de tabaco y oro), vuelta al ruedo tras petición mayoritaria y silencio.
Morante de la Puebla (de verde manzana y oro), silencio en ambos.
Ángel Téllez (de sangre de toro y oro), silencio tras aviso y silencio.
Incidencias: En banderillas, se desmonteró Rafael Viotti en el tercero. En el quinto, hicieron lo propio Juan José Trujillo y Sánchez Araujo.