Que sí, que hoy jugaba el Sevilla, era jueves de preferia, y La Maestranza no se había engalanado más allá de si naturaleza (que no es poca) para presenciar tal hacer. Si pudo estar dormida por momentos, despertó al cumplirse el bendito dicho: “no hay quinto malo”. Pasen y lean.
Buen aire albergaba la expresión de ese negro quinto, que algo más de remate córneo tuvo, un tanto ensillado pero largo de cuello a la par. Daniel Luque lo esperó inerte, y en una baldosa le sopló un recibo a pies juntos en el que no se arrecogió, a lo que abrió el compás y templó monumentalmente, dejando a la verónica en la cuna de su esclavina algunos de los mejores lances que ha visto el albero dorado hasta el momento en este serial. En el caballo, el de los marfiles no fue colocado con suficiente primor, y la alegría que vestía no pudo ser traducida en el peto por acudir a él al relance, bravo y peleón, eso sí. Mantuvo ese buen tranco que presumía tanto en el quite de Francisco De Manuel, por chicuelinas, como en el posterior andar en banderillas, donde apretaba y respondía.
Llegó la pañosa, tras acorde brindis al personal, y en eso comenzó a tallarle faena de dentro hacia afuera, genuflexo primero, erguido después, con un alivio externo que guardaba exigencias magnas en la baja mano y la hondura de los muletazos propinados, enroscándose bestia y hombre en un danzar tan brioso como mortal. Recto como una vela, Luque se sabe dueño de lo que hace y así lo pregona, férreo ante la inmensidad de un toro bravo, con un pitón derecho de primerísima categoría y una casta traducida en fuerza y celo, elegante al embarcarse en la franela, duradero hasta el presentarse la tizona. Los tendidos no iban a estar sentados, como ustedes comprenderán. Fin de fiesta por el izquierdo al natural, camino a los adentros que abandonó al partir, dejando por el camino mano baja, temple ronda al embroque y palmas sobre la piedra. Mató prácticamente arriba, un punto atravesada, lo que retrasó a la Parca en su llegar. Cuando llegó, los tendidos estallaron al blanco. Rápidamente se contagió el palco presidencial, un pañuelo, luego el otro. Vuelta al ruedo para un gran toro, dos orejas a Luque.
Mansa fue la salida del segundo ejemplar, también castaño y badanudo, algo más escueto de cara. Rehuyó todo cite hasta al fin tomar al rato, bruscamente, la capa de Luque, que lo movió a pesar de sus tropezones por falta de frenada, y carácter desordenado. Sin más en el peto, donde perdió de nuevo las manos por no ir sobrado de fuerzas y no medirse al administrarlas. Así se mantuvo en los tercios posteriores, donde se le protestó la presencia clamando pañuelo verde, inadecuado al no acusar lesión el animal. Sin poner pero, Luque se fue a buscarlo. Y para lo que había, más que suficiente encontró. Tres tandas breves y sudadas fueron lo justo y necesario para exponer, mostrar e irse por encima de lo que tuvo de frente, de escaso recorrido y genio medidor. Lo mató de muy buena estocada, rápida muerte. Ovación con saludos y algunos pitos al toro.
Eléctrica fue la salida del negro tercero, largo, hecho de caja, aunque algo menos de cara. Francisco De Manuel quiso embaucarlo con igual ahínco, a lo que el animal se desbordó un tanto al final del saludo a la verónica. Pasó discreto por el caballo, tras el que perdía un tanto las manos, pidiendo aire. Se le dio, y mejoró su embestir sobre todo en profundidad, una vez tomó de nuevo el percal en el tercio de banderillas. Hubo brindis al público.
Desde rayas hacia afuera lo esperó Francisco De Manuel, que se encontró con la clase antes mencionada en el envite, a la par que una prontitud al cite que recordaba a la del primero de la tarde, transmisora por sí misma. Componiendo anduvo, trazando por derecho grandes y hondos muletazos rematados por bajo, templando el ataque. Templó y mandó, y a pesar de momentos algo faltos de conexión, logró estructurar una meritoria faena desde la distancia frente a un morlaco exigente, al que apuró hasta el final. Con la espada, un metisaca y una buena estocada en segunda entrada cerraron versículo. Ovación con saludos.
En la resaca de lo que había sido la faena al quinto, Francisco De Manuel no pudo andar más que ante ojos distraídos en recordar, a lo que salía el último de la tarde, negro, también un punto cuesta arriba, pero bien hecho. Salió escopetado para luego no terminar de decir gran cosa en el capote, sucediéndose los tercios que acontecían sin mayor pena ni gloria. Con la muleta, poco más de dos tandas enrazadas por su parte pudo hilar en el intento hambriento de reivindicarse, mas no halló respuesta para hacerlo en el toro que tenía frente a sí. Tuvo que tomar la espada sin tardar, poniéndola habilidoso más que certero, requiriendo verduguillo. Silencio.
Hondo, alto de cara y enmorrillado era el castaño primero de la tarde. Miguel Ángel Perera lo lanceó de salida sin encontrar gran aquel en las embestidas que le brindaba, por escasa profundidad y empleo principalmente. Sin embargo, lo fue haciendo en su percal en lo que estaban ya los varilargueros en el redondel, ciñiéndose por chicuelinas en los mismos medios, hallando mayor alegría en el son del astado. El caballo fue planteado como mero trámite. No pareció molestarle de primeras al castaño, que cuando vio el relucir de los arpones se desvivió por tomarlos rebosante, magníficamente lidiado por los de plata del extremeño. No acostumbran a fallar Ambel a la capa ni Curro Javier a los palos, que saludó tras un gran par que cerró tercio. Brindis de Perera al público. Algo pasó. El toro pedía medios de inicios, cuando pretendió comenzar faena su matador próximo a tablas. Lo condujo a los medios y no consiguió hilarle faena, falto de viveza. El caso es que abrevió tras algunos pitos. Media estocada tendida y dos descabellos. Silencio.
Salió sin mucho rumbo el cuarto, ‘Brevito‘, que cruzó chiqueros, aunque Perera supo ordenarlo en el capote, a la verónica. No se entendieron la puya y sus escasas fuerzas, aunque entró ya de por sí dolido al peto tras dos estrepitosas volteretas en las que incluso se echaba. Muy buen hacer de los de plata, que a pesar de llevarlo entre gasas no pudieron evitar múltiples pérdidas de manos. Llegó la muleta y la cosa fue incluso a peor, echándose el animal hasta en tres nuevas ocasiones, completamente vacío. Se justificó Perera para abreviar, matando de rápida media estocada. Bronca en el arrastre para el de El Parralejo, que hizo honor a su nombre.
La Historia se repite, porque al final siempre se vuelve. No parece conocer fondo la batuta del de Gerena. Cada vez deja más clara su condición de intratable. Arrear con tanto en lo alto alimenta a la bestia, a la que cada vez más se le nota la estrechez en su lugar. Tápense, señores; que vienen mordiscos. Faenas como esta, pañuelos aparte, hacen que a uno, a cuerpo limpio, le asome al fin el verso, que también hace lo que le da la gana. Por aquí lo tienen:
Porque en mi cuello no hay hueco para la soga
No sé si en mí o en ustedes
Cada vez está más cerca la hora
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, en Sevilla. Cuarto festejo de abono. Segunda de la Feria de Abril. Algo más de media entrada. Toros de El Parralejo, pareja y llena de carnes, agradable por delante. Vivos de salida, faltos de final en líneas generales, a excepción del 5º, con un excepcional ritmo y pitón derecho, ese nº 56, de nombre ‘Príncipe‘, negro, de 566 kilos, fue premiado con la vuelta al ruedo.
Miguel Ángel Perera (de blanco y oro), silencio en ambos.
Daniel Luque (de grosella y oro), ovación y dos orejas.
Francisco de Manuel (de marino y oro), ovación y silencio.
Incidencias: En el primero, saludó Curro Javier en banderillas.