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Luis Candelas, de bandolero a banderillero de «Paquiro»

Corría el año de 1833 cuando el ladrón más famoso de España, el bandolero Candelas, perpetró junto a su banda el robo de uno de los conjuntos de joyas más famosas que se encontraban en Madrid, las de la criolla Blanca Montellanos y Vargas de Montero, a la sazón, amante del “Napoleón de los toreros”, Francisco Montes Paquiro. Para escapar de la ley, se enroló en la cuadrilla del propio matador…

 

Madrid, mayo de 1833. La villa y corte era un hervidero de rumores y leyendas, el famoso bandolero Luis Candelas, un héroe popular al que las mozas madrileñas ya le habían dedicado varias coplas y que era la envidia de los muchachos por la pasión que levantaba, había anunciado (como era costumbre en él y su banda) el próximo golpe: el robo del conjunto de joyas que pertenecía a una joven criolla adinerada que residía en Madrid, la multidisciplinar (pues era escritora, pintora, amante de los deportes y gran contendiente con el florete), Blanca Montellano.

A pesar de la fuerte presencia policial y de seguridad, la banda que dirigía el bandolero, consiguió dar el golpe y sustraer del domicilio de la dama las codiciadas joyas. La policía de la época, dispuesta a detener de una vez por todas al famoso bandolero, organizó un dispositivo de búsqueda nunca antes visto en España y, cuando ya parecía todo perdido para el ladrón, se le apareció una oportunidad única para salir indemne.

El encuentro del torero más importante del momento con el hombre más buscado de España

El 25 de mayo de 1833, estaba organizada en Madrid una corrida de toros con un cartel compuesto por Paquiro, El Morenillo y Juan León, con toros de Manuel de Gavira, que contaría con la presencia del rey Fernando VII y todos los personajes importantes de la sociedad de la época.

El torero de Chiclana, en ese momento la máxima figura del escalafón, llegó a la capital desde tierras andaluzas el día anterior y, como era costumbre, asistió con su grupo de conocidos al café “La Vieja Iberia”. Tras varias horas de tertulia, llegó al lugar de encuentro la amante del torero, la aristócrata Blanca Montellano, que puso al corriente a toda la cuadrilla de las últimas novedades con respecto al robo de sus joyas y los avances de las autoridades, que según parecía, estaban a punto de coger a Candelas.

Antes de marcharse, el dueño del local, le acercó a Paquiro una misteriosa nota de lo que parecía ser un admirador, para poder verlo en la trastienda y pedirle un favor. Los toreros de entonces, muy lejos de la actitud que normalmente tienen ahora, eran héroes populares y no les costaba trabajo atender a los seguidores e interactuar con ellos, por lo que, sin pensárselo dos veces, se reunió con un tal Luis Álvarez de los Cobos que le solicitó acudir esa noche a la hospedería en la que se quedaba el torero para desvelarle un gran secreto.

Llegada la noche, en la habitación del diestro en la hospedería “El Gallo de Oro”, el misterioso Luis Álvarez de los Cobos le reveló a Paquiro su verdadera identidad: Luis Candelas, el bandolero. Tras unos instantes de dudas, en un gesto de torería, Curro Montes aceptó que iba a hospedar esa noche al ladrón para que no lo descubrieran, aprovechando que la policía en ningún momento iba a tener la osadía de interrumpir el descanso del mejor de los toreros.

Entrado el día siguiente, Candelas permaneció con el torero en su habitación y Paquiro, hizo bastantes migas con el forajido, por lo que le permitió permanecer con él los momentos previos a la corrida e incluso presenciar el rito de vestirse de torero. Momentos antes de partir a la Plaza, entró de forma alarmada parte de la cuadrilla en la habitación del torero intentando proteger a su jefe, puesto que la Guardia Armada afirmaba que el peligroso Candelas se encontraba en el lugar.

En un acto de desesperación, el bandolero cogió el traje de torear que había descartado Paquiro, se lo enfundó y de esa guisa y con el beneplácito del matador, abandonó la estancia junto al resto de la cuadrilla camino del festejo.

Francisco Montes, Paquiro

La corrida y la forma de huir del banderillero-bandolero

Llegado el momento de la corrida y con los tendidos hasta la bandera, con la presencia de la Familia Real al completo en el palco correspondiente, Candelas le comentó a Curro Montes que le dejará hacer el paseíllo con ellos y que ya después se marcharía y en muestra de agradecimiento, le haría llegar al torero una de las joyas sustraídas para que él pudiera devolvérsela a su amada.

Cuando comenzó el paseíllo, la gente se extrañó mucho de que la cuadrilla de Paquiro estuviera compuesta por un banderillero más y que, además, no era uno de los integrantes habituales de la misma. Los rumores no paraban de cesar y las autoridades, se pusieron en alerta y tras varias pesquisas, llegaron a la conclusión de que el banderillero era Luis Candelas.

Percatado de ello, el bandolero que hasta entonces permanecía en el callejón en segundo plano por orden expresa de su protector, cogió un par de banderillas y se dispuso a colocarlas en el primer toro que ya estaba en el ruedo madrileño, para ganar un poco de tiempo. Cuando volvió, la reprimenda de Paquiro fue monumental, lo que alarmó aún más a las autoridades que poco a poco iban tomando posiciones para llevar a cabo la detención y fue cuando, por quedar de auténtico héroe con su amada y recuperar parte de sus joyas, le ofreció una última vía de escape a Candelas: justo antes de entrar a matar, se dejaría coger y en el momento de pánico e incertidumbre en la Plaza, sería el momento de salir sin dejar huella.

Y así fue, el toro “Caminero” de Gavira, en el momento de la suerte suprema, prendió por el muslo al Napoleón de los toreros y se armó un auténtico descontrol en la Plaza, momento aprovechado por Luis Candelas para huir.

La cogida, que no tuvo mayores complicaciones, le sirvió a Paquiro para que pocos días después, recibiera en su casa una de las joyas de la criolla y una carta sincera de agradecimiento y amistad del hombre más buscado de Espa

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