El toro bravo es un ser vivo mítico desde tiempos inmemoriales, considerado por muchos una auténtica divinidad, por lo que casi desde el inicio de la humanidad, se ha intentado establecer paralelismos entre su fuerza y la de otros animales. En este artículo, vamos a realizar un pequeño repaso en el que el hombre, ha enfrentado al rey del rito con otros seres de lo más variopinto…
Es bien sabida la afición de los reyes de la casa de Austria por la adquisición de animales exóticos para su particular “zoológico” que poseían en el Alcázar, conocido popularmente como “El Gallinero” por los habitantes de la villa madrileña, del que solían a ver chanza por las “gallinas” que se hospedaban en él.
Las primeras referencias que se tienen de esta particular colección, son durante el reinado de Felipe II, ya que, tras la anexión de Portugal y sus colonias a la corona castellana, eran numerosos los presentes en forma de animales africanos que le hacían llegar al Rey Prudente. Si bien no se conocen datos con exactitud, algunos cronistas de la época citan la afición del monarca de enfrentar algunos de estos animales con otros criados en la península, especialmente con toros, del que dicen que este último en un alarde de su bravura salía victorioso.
También, existen algunas crónicas de la época del reinado de Felipe III; se dice que, en Valladolid, mandó el Rey a fabricar un cercado de madera para enfrentar a un león con un bravo toro que poseía. El león fue volteado casi al instante, pues el toro arremetió contra él con gran rapidez. El león le huía, por lo que el toro fue picado por un caballero. Este, en vez de asustarse, se creció ante el castigo y aún era más difícil acercarse a él. Le dispararon con una ballesta y posteriormente soltaron perros contra él. Tras una lucha épica contra todas estas adversidades, en aproximadamente algo más de una hora, cayó desangrado.
Para tener datos más precisos, nos tenemos que trasladar hasta el reinado del penúltimo monarca de la dinastía. El rey Felipe IV, gustaba de presenciar las fiestas de toros y cañas que se realizaban en la Plaza Mayor de Madrid o en el recién inaugurado Retiro.
Apenas inaugurado el Real Sitio del Retiro, en la plaza del parque, un toro luchó contra un león, un oso, un tigre y otros animales. Ante el descontento del público, los animales no lucharon entre sí pues le huían al león. Despejada la plaza de los antagonistas del toro, este, permaneció en la misma sin que ningún caballero ni ningún otro de los presentes fuera capaz de atraparlo, atacando a todo aquel que se le acercará, haciendo gala de su fiereza y bravura. Pasado un tiempo, Su Majestad, pidió un arcabuz y de un disparo certero abatió al hispano cornúpeta. Este hecho se celebró con gran algarabía por el populacho de la urbe y el tema de conversación en el mentidero de las gradas de San Felipe de esos días fue la gran valentía del monarca. España y el imperio se desangraban en Flandes sin importarle a nadie, mientras el monarca era aplaudido por abatir a un toro de forma cobarde. Nuestra España.
Por el nacimiento del príncipe Fernando Francisco, el 5 de diciembre de 1633, se llevó a cabo una fiesta de toros y cañas, y a pesar de una fuerte nevada, se corrieron los toros en la explanada del citado parque. Esa misma tarde, mandó el Rey Felipe IV, sacar a la plaza un león y un toro, y vencido el animal africano, sacaron un oso y posteriormente perros de presa, concretamente alanos, que corrieron la misma suerte. Una vez más, el toro se erigió cómo el animal más bravo y peligroso.
Felipe IV, cazador – Diego de Velázquez y Silva – Museo Nacional del Prado
Tenemos que avanzar unos 200 años para encontrar más hechos de esta índole. En 1854, en Aranjuez, un toro luchó con un elefante, una pantera y un leopardo, pero ninguno de ellos acometió contra los demás y el público salió defraudado.
En el último tercio del siglo XIX, existió un elefante de nombre Pizarrín, que se ganó su fama enfrentándose a toros bravos. Llegó a Madrid en 1863, pero su cuidador lo paseó por todas las ciudades de España con el fin de que el público admirase su habilidad y valor frente a las reses.
Pizarrín, tenía que enfrentarse a los ataques instintivos de los toros con las patas atrapadas por una argolla con una cadena que le ataba a una estaca clavada en medio de la plaza.
Pese a esto, la elefanta (pues era hembra), conseguía repeler en la mayoría de las veces las acometidas de las reses, y se imponía la mayoría de las veces.
La fama del espectáculo llegó a tal, que se incluía en las tardes de toros a modo de entremés, a la vez que servía de reclamo para atraer a un mayor número de espectadores. El más famoso de sus combates fue en 1865, en la antigua plaza de la Puerta de Alcalá, contra cinco toros bravos.
Como hemos visto en este pequeño paseo por la Historia Moderna de España, son muchos los enfrentamientos que ha tenido que afrontar el toro, saliendo casi siempre vencedor de los mismos. Este tipo de prácticas, afortunadamente ya desaparecidas en nuestros días, nos puede reafirmar aún más, la valía del hombre, en este caso nuestros toreros, que se enfrenta cada tarde a estos bravos animales, con un simple trapo y mucho valor, que han acabado con la vida de los más variopintos animales salvajes a lo largo de la historia