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Los nuevos se hacen querer

El valor, la decisión y el desparpajo de Isaac Fonseca, y las buenas maneras y también las ganas de Álvaro Burdiel calaron en el público, pero la espada les dejó sin orejas. Santana Claros, con el peor lote, fue corneado en la pierna pero no se marchó a la enfermería hasta acabar el festejo.

Me encantó el público de Madrid, esta vez generoso con los chavales y sin querer convertir la plaza de Las Ventas en un tribunal de la Inquisición. Pero es que además los novilleros se hicieron querer, cada uno a su estilo y acorde a las posibilidades que les ofrecieron sus respectivos lotes. La gente les apoyó, es cierto, pero también porque ellos se lo ganaron.

Aportó además lo suyo la novillada del Conde de Mayalde, excepto el lote de Santana Claros. No me gustó el primero de la tarde, que tuvo una arrancada buena por serie, intercalando luego cabezazos y escasa entrega. Así es imposible engarzar tres muletazos buenos. Tampoco valio el cuarto, sin clase ni ritmo. Enfrente de ellos anduvo este malagueño de finas maneras, pero que trajo un capote demasiado grande. Por ese motivo no toreó a la verónica todo lo bien que sabe, excepto en un quite al segundo de la tarde, primero del lote de Isaac Fonseca, que era de dulce. Santana también hizo un meritorio quite por gaoneras en el sexto. En ambos ya le sangraba la pierna porque su primer enemigo le había pegado una cornada al entrar a matar, con espeluznante voltereta incluida. Había dibujado muletazos excelentes aunque sueltos, porque ya dijimos que el del Conde no pegó dos arrancadas buenas seguidas. Sin rechistar, el de Fuengirola lidió también al cuarto con solvencia y buenas maneras, y sólo cuando murió el último novillo del festejo, se marchó a que le operaran. Se llevó menos palmas que sus compañeros, pero yo desde aquí le aplaudo tanto o más que a los otros.

Y eso que los otros estuvieron muy bien. Apuntaron cosas en sus primeros oponentes, muy nobles pero muy blandos, y aprovecharon con todas sus armas las grandes opciones de quinto y sexto de la tarde. Este último manseó en el caballo pero repitió con largura, chispa y humillación en la muleta. Álvaro Burdiel está nuevo pero se le ven cosas. Pega muletazos con muy buen gusto, baja las manos con el capote e imprime cierta personalidad a su toreo. Además tiene decisión. Con todas esas virtudes y también con los lógicos defectos, construyó una interesante faena muy ligada, con quietud, más feo en el cite y más reunido en el embroque. Su final rodilla entierra ayudado fue sensacional, y con la oreja en el esportón pinchó en hueso. Fue el suyo un buen debut que merece una pronta repetición.

Pero si bueno fue ese sexto ejemplar, el quinto me pareció excelente, con clase, fijeza y bravura. Fonseca tiene algo especial porque cautiva a la gente con su sonrisa y valentía. Esto no es por casualidad: tiene personalidad, desparpajo y frescura. Se arrima muchísimo y torea sin complejos, a su manera, sin que nadie lo teledirija desde el callejón. Además sale a comerse el mundo, y a poco que le dejen se lo come. Dos cambios por la espalda de rodillas prologaron su electrizante faena, para luego torear con ajuste, ligazón y riesgo. Su estética es particular, yo diría que dudosa, pero tiene tal entrega y una decisión tan grande en todo lo que hace, que al gentío le da lo mismo. Templó más por la derecha, se atascó con la zurda, intercaló arrucinas y pases por la espalda, remató con largos pases de pecho, miró mucho al tendido y se tiró a matar muy recto pero un poquito ansioso, sin esperar ese instante en el que el toro te descubre la muerte. Rodolfo Gaona no será, pero después de dos pinchazos casi le dan una oreja solicitada con ardor por el pueblo. Mediten, o sea, acerca de este proyecto de ídolo de masas.

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