No son buenos tiempos para el campo. Menos aún para los ganaderos de bravo. Sufrieron, y sufren, el tremendo impacto del socavón de dos años sin toros por la pandemia. Un tumor que se ha conseguido extirpar en parte con un 2022 en el que se invirtió la tendencia a la baja pre-COVID y se dieron muchos festejos. Las grandes ferias, incluso, en algunos casos aislados, crecieron, pero, sobre todo, los Ayuntamientos invirtieron en sus fiestas, en ferias y festejos taurinos. En los municipios, hubo más toros que en bastantes años atrás. Recordaron más que nunca que la Tauromaquia es del pueblo. En él, reside su poder. Sin embargo, corren ‘Malos tiempos para la lírica’, que decía la canción, en este caso, para las novilladas.
Y es que, según ha podido pulsar este medio al charlar con varias ganaderías de primera línea, son varios los hierros que no lidiarán ni un sólo encierro de utreros en el 2023. Dos ejemplos: El Parralejo y El Pilar. No son los únicos. Tienen sus argumentos. A continuación, en los siguientes párrafos, se desglosa los motivos que les han llevado a esta decisión.
El punto de partida, el germen, de esta hoja de ruta es la dichosa pandemia. Prácticamente todas las ganaderías se vieron obligadas a reducir el número de cabezas de ganado como daño colateral. Minimizar las pérdidas, en vista de que no había festejos, pero los animales sí seguían comiendo -con el consiguiente gasto- en sus cercados hasta en algunos casos enfilar irremediablemente el matadero. Una ecuación sin solución positiva.
De aquellos polvos, estos lodos. Aquella reducción ha traído camadas más cortas lógicamente y, como contó semanas atrás este medio, se han acelerado los plazos hasta aparecer una auténtica fiebre de veedores y empresarios para cerrar sus respectivos elencos ganaderos con muchos meses de antelación con respecto a otros años. Las leyes de la oferta y la demanda.
Y la demanda, ahora mismo, son corridas de toros. Porque esa escasez de toros, especialmente, de reses con la seriedad y el trapío que requieren plazas de primera, ya no sólo como Madrid, Pamplona, Bilbao… sino, por ende, de todo el circuito de ferias, las ha convertido en un bien preciado. Oro líquido.
Por ello, no son ni una ni dos las ganaderías que han optado por descartar la vía de las novilladas y guardar esos animales para ser lidiados como cuatreños o incluso cinqueños. Además, esta postura consideran que lleva consigo un doble efecto positivo para los ganaderos. Así, no sólo amortiguan esa carestía en sus toros de saca de los años venideros sino que, además, aseguran una venta mejor a largo plazo.
Es evidente que, por pura lógica, una corrida de toros siempre se ha pagado y se pagará mejor que una novillada. Ahora, que faltan corridas de toros, la diferencia aumenta. ‘Aunque pasen un año más comiendo en la finca, nos compensa más que, por poner un ejemplo, nos den 60.000 euros por una corrida de toros que 30.000 por una novillada con picadores‘, comentaba un ganadero recientemente a este medio.
Otro iba incluso más allá. ‘Me renta más lidiar los utreros en casa a puerta cerrada que prepararlos para una plaza de toros en una novillada’, afirmaba. Pero, ¿por qué? Ese ‘prepararlos‘ es la clave. Ponerlos a punto conlleva un gasto importante. Los costes de producción se han disparado exponencialmente. Los piensos doblan y hasta triplican algunas semanas su valor en el mercado, los combustibles para los transportes más de lo mismo, ídem la electricidad…
Por todo ello, muchos ganaderos van a optar esta temporada por no engordar y poner a punto esos novillos que luego tienen un coste de salida ínfimo, salvo honrosas excepciones como algunas plazas de primera o ferias de novilladas relevantes, con respecto a lo que sí recibirían un año después por ese encierro convertido en corrida de toros. Y, en el caso de no haber salida en forma de festejo mayor, siempre estará la opción de los festejos populares, las calles o, oro decía aquel ganadero, tentarlos en casa y probar su clase en ese laboratorio de la bravura que es el campo.
Las novilladas no aparecen como la primera opción, salvo -repito- para ciertas excepciones. Ganaderías que centrarán precisamente su nicho de negocio en ese tipo de festejos. Un asunto espinoso y delicado, porque no son pocos los municipios más modestos pero igual de taurinos que, en lugar del festejo mayor, apuestan por las novilladas. Tampoco conviene descuidar ese vivero ni poner entre la espalda y la pared a esos Ayuntamientos que, este 2022, han demostrado que pueden insuflar una bocanada de prosperidad a la Tauromaquia. Sembrar en el futuro, pero, ¿a cualquier precio? Esa es la gran pregunta.