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López Simón, el adiós de un torero de verdad y con verdad

La noticia corría como la pólvora cuando caía la noche del martes 24 de enero. El matador de toros Alberto López Simón difundía una emotiva carta en la que plasmaba sus sentimientos y en la que se despedía de esta profesión. La misma en la que tantas veces en su no dilatada carrera alcanzó la gloria, pero también la misma que otras veces fue ingrata con él.

El mundo taurino estuvo presente en su vida desde temprana edad. Acudía asiduamente a una ganadería de la Sierra de Madrid con su familia. Con 14 años tomó la decisión de apuntarse a la Escuela Taurina de Madrid. Su trayectoria allí estuvo plagada de éxitos, convirtiéndose en uno de los alumnos más destacados.

Debutó con caballos el 2 de mayo de 2010 en La Monumental de Barcelona con un precioso terno grana y oro. Lo hizo de la mano de Jesús Fernández y Cochi Ríos con utreros de Carmen Camacho. Aquella temporada la inició alzándose con el prestigioso Zapato de Plata de Arnedo y la coronó en el mismo ruedo, pero esta vez con el Zapato de Oro. 

Tenía por delante una carrera novilleril prometedora. En 2011 triunfó en plazas de la importancia de Castellón, Barcelona, Madrid o Valladolid. Todo ello lo llevó a que la Empresa Pagés anunciara su alternativa en un cartel de postín un año después. El 26 de abril de 2012, trenzaba el paseíllo de La Maestranza enfundado en el tradicional traje blanco y oro. Morante de la Puebla fue su padrino, mientras que José María Manzanares hizo la labor de testigo. Ya aquel día vivió la cara y la cruz del toreo. «Asustado», un precioso toro melocotón de Núñez del Cuvillo fue el que le tocó en suerte para su doctorado. La misma, que finalmente dictó que fuera el sobrero de nombre «Juncoso» el que quedara plasmado en los anales como el astado de su alternativa. Fue a la postre el único que embistió de aquel encierro. López Simón firmó una emocionante faena, desde aquel inicio de rodillas en los medios hasta la cornada que recibió al entrar a matar. Eso no le impidió pasear su oreja de ley, para después pasar a la enfermería.

A pesar de que acaparó ese día los titulares, los contratos escasearon. Esperó hasta el 4 de mayo de 2013 para confirmar en Las Ventas. Le acompañaron  Manuel Jesús «El Cid» y Daniel Luque, con reses de Puerto de San Lorenzo.

Precisamente Madrid fue la plaza que marcó su carrera. En 2015 consiguió un hito al alcance de muy pocos. El diestro de Barajas cruzó en volandas hasta en tres ocasiones por la Puerta Grande. La primera, durante la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo. Le cortó una oreja al su primero de Montealto y recibió una cornada. Con pundonor, salió a estoquear a su otro oponente al que le arrancó otro apéndice. La segunda, el 24 de mayo con un encierro de Las Ramblas. El triplete llegó durante la Feria de Otoño en un épico mano a mano con Diego Urdiales, que se enfrentaron a los de la divisa de Puerto de San Lorenzo. López Simón fue cogido por su primer toro. Su casta torera hizo que que no se quedara en la enfermería. Le plantó cara a los dos que aún tenía por delante cortando las dos orejas que le encaminó hacia la puerta de la gloria. Después, volvía al quirófano para ser operado.

La temporada de 2016 llevó su nombre, ya que la lideró. Las Ventas lo volvió a ver triunfar en la Corrida de la Beneficencia, saliendo en hombros junto Manzanares que hicieron las delicias con un gran encierro de Victoriano del Río. Las plazas de Sevilla, Nimes, Jerez de la Frontera, Granada, Alicante, Bayona o San Sebastián son solo una pequeña muestra de todas las que se rindieron ante él

En las siguientes, bajo el diapasón no sin antes lograr su quinta Puerta Grande en Las Ventas. Tuvo lugar el 25 de mayo de 2018 con una corrida de Núñez del Cuvillo en la que Alejandro Talavante le acompañó en su salida.

Ahora se va en silencio. Un torero de verdad y con verdad, fiel a sí mismo y con esa humildad que siempre le ha caracterizado. Lo hace con las ilusiones hechas trizas, pero sin rencores y con agradecimiento por todo lo bueno conseguido. Inicia un nuevo camino en el que solo podemos desearle «mucha suerte, torero».

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