Borrachera de orejas en una aburrida tarde en Aranjuez. Insistencia de los diestros ante un nefasto encierro de Garcigrande que tuvo nula presencia, a excepción de los toros que hicieron 4º y 6º.
La Vuelta Ciclista a España, los documentales de La 2, o las películas de fin de semana de Antena 3 son y siempre han sido grandes acompañantes del adulto medio español en su ejercicio de la solemne siesta. Ya sea verano, invierno, primavera u otoño, haga sol, llueva o nieve, la siesta es símbolo de unión inamovible de nuestra nación. Por desgracia, hoy a nadie se le ocurrió gritar “viva la siesta” en una tarde que bien podría ser nuevo acompañante del sueño vespertino. Y es que los “aficionados de sofá” hoy hemos planchado oreja, y a mucha honra, mientras que los presentes en la coqueta Plaza de Toros de Aranjuez se han hartado de pedirlas, con una banda sonora tremendista en lo nefasto, que vino como anillo al dedo.
Salía el primero de la tarde, bastante bajo, justito de carnes y falto de tamaño, fino de cabos al menos, negro, para Julián López “El Juli”. Algo abanto de inicios, se acopló finalmente al capote del diestro, con pocos pero buenos lances encajados, sin humillar apenas. Menos aún humilló de camino al caballo, donde una sola vara hizo presencia, pelea corta y de cara arriba, apretona esta, saliendo luego el animal sin bajar ni un ápice la cara y pasando a duras penas, que no embistiendo. Inoportuno el quite, se pasó a las banderillas, complicando al no humillar y caerse en alguna acometida, cumpliendo sin embargo los de plata. Suave como poco tenía que ser el mando en la muleta, que no falto de poder, pues había que fijar al herrado, cosa que el matador madrileño hizo como bien sabe. El toro era manso y nulo de fuerzas, cayendo repetidamente. De toro los pitones, de bravo absolutamente nada. Al menos colocaba la cara. Hizo El Juli lo que quiso con él, aprovechando su periódica prontitud en los cites y a base de encelarlo sin dejarlo pararse. Como acostumbra con este tipo de oponentes, lo hizo mucho mejor de lo que era en su franela. Pero no fue, a expensas del soso (pero noble) bovino, ni mucho menos, una faena de voltaje, tampoco uno de esos cantes al tiempo. Puso una estocada caída muy efectiva que le valió la oreja, del público.
De cuerpo, te compro el vale. Pero no comprendo muy bien qué motivó a Justo Hernández a traer al colorado segundo de la tarde, anovilladísimo de pitones, hechuras festivaleras, para colmo cornigordo, sospechosas las puntas. Olor a cuerno quemado. Escaso de fuerzas iba a la tela de José María Manzanares, que poco pudo mecerlo. En el caballo, casi mejor ni pararse. La primera entrada ni olió la vara, pues se fue a la grupa, rehuyéndola. Cuando ya se le puso, ni siquiera fue en lo alto, picotazo bajísimo y “quita, bicho”. Sin más en palos, a buenos capotazos se podía colocar. Muleta ya en mano, buena fijeza tenía el animal, algo flojo todavía, no obstante. Se dejaba ligar en los comienzos, había que llegarle algo cansinamente a posteriori para engancharle. Corto el recorrido, adecuadamente corta fue la faena a un toro cuya única transmisión residía en su fijeza y su salida a manos altas. Al volapié, colocó Manzanares la espada atrás. Se echó rápido. Oreja generosa.
Parecía que no cambiaba la suerte. No le pesaban nada los cinco años al tercero, colorado también, con aires de novillo. Repitió de salida, al desplegarse de capa Paco Ureña, pero no terminaba de pasar, falto de tranco, transmitiendo sólo el diestro con su capote. No empujó apenas en el piquero, en la única vara que se le puso. Con fragilidad replicó la fragilidad de su adversario Ureña en un suavísimo quite por verónicas, aliviando millones. Con dos traseros palos pasó al último tercio. Tras un brindis personal al micrófono, esperó al astado a pies juntos pasándolo por estatuarios, rematando con la suerte cargada. Las siguientes tandas acusaron la debilidad del toro, que a pesar de su pasable fondo, se tropezaba e impedía las luces. Entre gasas de enfermería, a muslo descubierto, Ureña se puso entregado ante un adversario que no daba. De cerca, laboriosamente anduvo el murciano arrancando medias acometidas, ante un “ni quiero ni puedo”. Lo pasaportó por medio de media estocada caída y algo contraria, que mató rápido. Ovación con saludos.
Tardó en salir un toro por los toriles, llegando por fin el cuarto, negro, hondo de caja, buenas dimensiones, pitones justos. Excesivamente medido fue el encuentro con el varilarguero, de entrada única, inexpresivo el toro. Hizo hilo hasta el final en el primer pareo, que no encontró carnes gracias a los pies de los subalternos y los buenos capotazos. A sabiendas, los dos siguientes pares fueron puestos cubiertos por la buena colocación de las cuadrillas, a la que no hacía mucho caso el astado, pues ponía en apuro constante a los enmonterados. Genuflexa la figura, lo recibió tras brindar al público El Juli pidiéndole por abajo, respondiendo con nota el toro. La banda, de la que mejor ni hablamos hoy, comenzó a desacompasar los sones del “Oboe de Gabriel”, banda sonora de la película “La Misión”. Tan mal sonaba, que uno de los pasajes más destacados de la faena fue el momento en el que el diestro de San Blas pidió que cambiasen de playlist. Y es que entre tanto jaleo, el toro embestía por abajo, pero se fue parando y apagando hasta dar poco más que medias arrancadas ante la voluntariosa exigencia de El Juli, que quería exprimirle todo. Una estocada casi entera, caída y un punto perpendicular puso punto y final. Rápida muerte. Oreja y consiguiente división de opiniones, como para no quejarse…
De horrendas hechuras, a la mexicana en el mal sentido de la expresión era el negro quinto, malcomido, pequeño, bajo, con dos puntitas por pitones, “despeluchao” de pelo, sin nuca, apenas sin cuello. Hacía justicia con su comportamiento a sus hechuras, nulo y suelto en los capotes, protestón y triste en el caballo. Notable fue el trabajo de los hombres de Manzanares, desmonterándose Manuel Rodríguez “Mambrú” tras dos grandes pareos. Tocaba intentarlo, al menos. Poco mostraba el bicho en los comienzos. Y de nuevo, la banda. El “Concierto de Aranjuez”, entrecomillado para evitar malentendidos, poco se parecía al original. Bronca del público a la banda. Si Turina levantase cabeza… en fin. A base de embravuconarlo y sudar aburridamente finalmente consiguió José María Manzanares empezar a sacarle algo de ritmo dentro de la informalidad de sus embestidas, llegando al jaleo. En la pugna con la colocación en el tercio de muerte, sonó un aviso, tras el que el diestro alicantino se tiró encima poniendo una estocada que, aunque un punto caída, sirvió de sobra. Otra oreja, venga.
Segundo toro de seis animales que salieron de toriles, que hacía de último, negro, fino de puntas, bajo pero de hondos pechos y fina panza. Salió suelto, sin mucha fuerza después en sus envites. Ni siquiera tocó el peto en su intento de entrada. Picotazo inalámbrico, completamente vacío y protestado por el burel a pesar de su casi inexistencia. Sorprendió sin consecuencias en la brega del pareo, desarmando a su lidiador. Resolutivas fueros las banderillas, bien puestas. Curro Vivas y Álvaro López “Azuquita” saludaron la ovación de los tendidos. Templado quiso muletear Paco Ureña a su compañero de baile, que iba ebrio de dejadez. Lo único que auspiciaba era cierta profundidad, que era contrarrestada por sus parones y por su gateo. Distraído el toro, encima el torero. Nefasta la banda, por cierto. Mejor sería contratar a una charanga pamplonica, qué sé yo. Y convidarles a vino. La faena, sin más que trazos sueltos, se fue como se fueron las pocas ganas del toro. Perpendicular, delantera y atravesada salió algo escupida la espada del toro, pero se echó. Oreja…
Lamentable presentación, a excepción de 4º y 6º, del encierro de Garcigrande. De juego soso y aburrido, de “dejarse hacer” que dicen algunos, escaso de fuerzas, falta de finales salvo el algo transmisor quinto, el más feo de la corrida, en sus postrimerías. Los matadores fueron pragmáticos, no se quitaron ante lo que podrían haber abreviado. El Juli, llenándose de vacío, Manzanares, elegante ante lo feo, y Ureña, puro ante lo impuro.
Poco más cabe añadir, aún me estoy desperezando. ¡Viva la siesta! Coplilla de finiquito:
Si el boticario, prima,
Gasta pistola,
Hoy a la plaza, prima,
No vengas sola.
Incidencias: saludaron, tras su labor en banderillas, Manuel Rodríguez, “Mambrú” en el 5º; y Curro Vivas y Álvaro López “Azuquita” en el 6º.
Ricardo Pineda