En apenas 48 horas, la plaza de toros de San Isidro Labrador de Latacunga abrirá sus puertas. Por su albero, cada año hacen el paseíllo las máximas figuras del toreo en dos festejos que son referentes para el país.
En el centro de Ecuador se localiza la población de Latacunga. Una ciudad que guarda una profunda tradición taurina. Es uno de los últimos reductos más valiosos, junto a Ambato y Riobamba, que quedan en el país después de que en Quito se prohibieran las corridas de toros.
La difícil situación política que viven los ecuatorianos ha hecho que los aficionados a la tauromaquia se unan fuertemente en defensa de la Fiesta. Desde hace más de una década, comenzaron los ataques y prohibiciones por parte de las altas esferas con el fin de acabar con los festejos taurinos. El coso de Quito y su maravillosa Feria de Jesús del Gran Poder fueron los mayores perjudicados frente a este desolador panorama.
El 9 de enero de 2021 la Alcaldía Municipal quiteña promulgó una ordenanza que prohibía «todo tipo de espectáculos públicos o privados que impliquen sufrimiento, maltrato, muerte o cualquier tipo de atentado al bienestar animal». Fue la puntilla final a las corridas de toros. Una batalla que se fraguó en 2008 cuando de una consulta popular se extrajo que más del 50% de la población apoyaban una prohibición de espectáculos cuya finalidad fuese la muerte del animal. Tres años después, en mayo 2011 y, mediante otra consulta popular, se intentó modificar la liturgia taurina emprendiendo acciones al estilo de la corrida portuguesa. La última vía que queda por pronunciarse y la única que puede revertir esta situación son las Cortes Constitucionales.
La historia taurina ha estado plagada de diferentes prohibiciones o bulas papales que intentaron ponerles fin tanto en Europa como América. Cierto es que el arraigo de la tradición y la cultura de la tauromaquia ha sido siempre más fuerte y se ha impuesto a toda restricción de índole antitaurina. El secreto actualmente sigue el mismo. En el corazón de Ecuador sobreviven pueblos y placitas que como San Lorenzo de Tanicuchí o Santo Domingo de los Tsáchilas que viven con intensidad y cuidan con pulcritud la Fiesta.
Por su parte, Ambato y Riobamba, junto a Latacunga, concentran los espectáculos con mayor sabor y enjundia del país y mantienen el pulso a los detractores. En la primera de ellas, su Feria de Nuestra Señora de la Merced tiene la peculiaridad que celebra durante los carnavales por lo que se entremezclan diferentes y recónditas raíces culturales de varios siglos atrás. En cuanto a la segunda, su plaza es considerada la más antigua del Ecuador y su Feria del Señor del Buen Suceso es una de las más relevante de la primavera americana.
En estas fechas, la plaza de Latacunga ha tomado un aspecto renovado y colorido gracias al artista Víctor Quiñónez. Su empresario, José Luis Cobo, intenta llevar toda la música, la alegría y la idiosincrasia para que los aficionado venidos de todo Ecuador puedan disfrutar de la fiesta brava en todo su esplendor.
Las 4.000 localidades de la que dispone el coso de San Isidro Labrador, cada año se pueblan. Este no será menos. Hay un gran expectación por ver el mano a mano entre dos auténticos gallos de pelea. El Juli, señor de estos lares desde muy temprana edad, se verá la cara con Roca Rey, que ha comenzado la temporada americana, al igual que lo hiciera en la española, de forma arrolladora. Huagrahuasi es el hierro elegido para este duelo de alto voltaje.
Un día después, serán El Fandi, Manuel Escribano y la nueva revelación mexicana, Leo Valadez los que se enfrenten a astados de Campo Bravo. Una terna de banderilleros que harán las delicias de los asistentes.
A las puertas de la Feria de Latacunga y a la espera de que las Cortes Constitucionales se pronuncien sobre Quito solo queda gritar: Ecuador es taurino.