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Juntaletras

Pretendiendo emular a Morante, llegué tarde a la presentación del cartel anunciador de la temporada en la Maestranza con la particularidad, en este caso, de que nadie me había echado de menos. En ese momento una poetisa declamaba con la pasión que merece un fragmento de la elegía ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’ mientras detrás, un ciudadano con rasgos orientales sonreía como sólo puede sonreír un tipo que, una de dos, o ha triunfado la noche antes, o se está cachondeando del personal. Esto lo mismo es válido para el artista -¡y qué artista!- Danh Vo; que para el Teniente Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, mi dilecto Santiago León y Domecq. Porque uno como autor y el otro como auspiciador del cartel de la temporada 2022 en Sevilla han rebasado, ya definitivamente, esa fina línea que separa el arte conceptual de la coña marinera.

Aterrizado, como les decía, en el Salón de Carteles de la Maestranza, reparé en dos rectángulos de vivos colores que ocupaban el centro del escenario, y tras los que parecían ocultarse las obras del insigne pintor danés de origen vietnamita. «He llegado a tiempo», me dije, y aguardé a que la poetisa rindiera homenaje a García Lorca y y don Danh le quitara el visillo a los cuadros, pero un amigo fotógrafo, Carlos Núñez Delgado-Roig todo esto último por parte de madre, me advirtió que no, que el cartel, en este caso doble, era «eso». Avancé tembloroso unos pasos y al fin pude atisbar, en efecto, sendas frases apenas intuidas en ambos lienzos, pero que unidas formaban un mensaje maravilloso, o eso quise yo entender: «Hasta las cinco en punto de la tarde, tapa de ensaladilla 2022», seguramente como homenaje del señor Vo a la mejor ensaladilla de gambas del universo, que es la que hace Emilio Guerrero en La Alicantina; igual que podía haberle rendido pleitesía al Piripi de la Bodeguita Antonio Romero; a las albóndigas de choco de El Potro en Villanueva del Ariscal; o al arroz con zorzales que preparaba mi madre.

Dicen que el arte conceptual necesita su buena dosis de literatura para entenderlo, aunque yo creo que más que entenderlo, una amplia parrafada sobre determinadas obras de arte lo único que hace es justificarlas. O pretenderlo, por lo menos. En el caso que nos ocupa, ni literatura, ni conceptual, ni nada. Danh Vo ha llegado a la plaza de El Salvador a media mañana, se ha apalancado en La Alicantina y se ha puesto de tapas hasta las manillas, y ya cuando a las 5 de la tarde le han dicho que se fuera para Vietnam, ha pedido un par de pizarras al camarero, les ha pegado una mano de pintura y ha plasmado en ellas la felicidad que genera una ensaladilla de gambas, y a la que jamás llegará un niguiri de pez mantequilla. Por cierto que, en un alarde de generosidad y empatía, Danh Vo ha donado la collera de letreros a la Real Maestranza. Un mal precedente para todos los que, como él, vivimos de juntar letras…

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