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Indulta El Juli y sueña Aguado con los toros de Santiago Domecq en Sanlúcar

Tarde triunfal de El Juli y Pablo Aguado con un buen encierro de D. Santiago Domecq. El tercero, de nombre «Faraón», lidado por El Juli, fue premiado con el indulto

Mezclarse entre las gentes es el sino de nuestra Fiesta. La Fiesta de todos. Al fin y al cabo, la Fiesta no es sino en el pueblo. Y su máxima pureza ahí reside. No sé bien por qué será, pero el Coso del Pino, la Plaza de Toros de Sanlúcar, tan chiquita y tan coqueta, me huele a verano. Puede que sea por el mar, por la sal en el viento, por la luz en las calles, qué sé yo. Bueno, lo mismo me hago una idea. ¿Qué pedirle al verano? Más bien, ¿qué no pedirle? Hoy hay toros. El calor no es excusa, nunca lo fue, y están los tendidos abarrotados (dentro de lo que se nos permite, excelencia). Y huele a Fiesta. No hay palabras, ni siquiera las que escribe quien se supone que soy, para definir justa y suficientemente lo que se siente en la piedra, en los arrabales de una plaza, en el humo de los habanos o en la muerte hecha vida en el volar de una tela. ¿Qué somos, al fin y al cabo?

A todo esto, menudo el cartel. ¿Qué decir que no digan los nombres de Julián López «El Juli» y Pablo Aguado? Y más ahora, en éstas. Choque de trenes. Que Dios Reparta Suerte, Vida y Salud. Que el Tiempo ya lo tenemos de nuestra parte.

El primero de la tarde, castaño, era bajo, hondo de carnes y de justo remate córneo. Salió un punto suelto, pero fue entrar al capote de El Juli y sonar las campanas. Lo toreó encajado, pero a placer, con un capote enrazadamente poderoso, cantándole las cuarenta, y una, y dos, y tres medias verónicas que no fueron más por cortar inoportunamente su cuadrilla. En varas tomó un puyazo justo, tras el que no admitió más por ir justo de fuerzas. En banderillas se recompuso parcialmente el astado, pares algunos mejores que otros. Comenzó terso, quieto, buscándose en las seguidas acometidas del burel. Se metió a la plaza en el bolsillo, mirando a los tendidos a cada vez que su figura sentía la brisa del animal. Pena fue que el toro no respondiese de igual manera en las consiguientes tandas, en las que el torero de San Blas tuvo que cambiar de chip, pasando a un toreo de sometimiento y búsqueda, de conducir el paso del cuatreño, de mandarle y hacerlo mejor de lo que era, pues poco más tenía que prontitud, fijeza y media embestida enclasada, siendo la otra media menos humillada, y siguiendo justo de fuerzas. No se le fueron sus virtudes a El Juli, que le sacó todo lo que tenía. Faena medida, que remató con una estocada entera pero un poco perpendicular, lo que encareció la muerte del toro, que finalmente cayó. Le fue concedida una oreja.

Negro, bajo, de poco pitón era el segundo de la tarde. Aguado lo esperó capote en mano, e hizo de las suyas. Bien pudiera haber nacido este torero con una capa en la mano. Duendeó aun sin ser óptimo su oponente. En el caballo, se le impuso una vara, empujando a ratos en el peto, dormido en otros momentos. No fue sencillo en banderillas, pues hacía hilo y el ruedo del coso del Pino no destaca precisamente por su extensión. Pero resolvió con creces la cuadrilla del sevillano. Menos fuerza tenía este toro que su anterior hermano. Y Aguado, en este percal, ahora franela en mano, se fue a esperarlo pegado a tablas, reposada la mano sobre ellas. Se caía el animal. Pero la flojera no se comía los revolejos que pintaba su muleta a cada que se alineaban los planetas. Muletazos sueltos, erguida la efigie, se olieron colores. Pero la espada nubló las luces, pinchando en cuatro ocasiones y sin terminar de agarrarse la tizona en ninguna de ellas, lo cual no es correcto, se fue a descabellarlo, matando a la tercera. División de opiniones.

Mayor presencia tenía el tercero, negro, alto, enmorrillado y despegado del suelo, zancudo de cuartos traseros. No quiso baile en el capote, pero demostró ser pronto a los engaños. Fue al caballo una vez, a puyazo rectificado, empujando, levantándolo un palmo incluso. Lo quitó por chicuelinas, repitiendo el franciscano. No fue de pareo fácil, más bien pragmático. Recuerdos de Madrid vinieron en el comienzo de faena, genuflexo El Juli, arrastrando la pañosa, barriendo los alberos. Prosiguió su labor de nuevo con la plaza en el bolsillo, ciega la plaza de su mando. El toro tenía la virtud del fondo, que se le veía a legua en el ámbito fisiológico, pues tenía plaza el animal. Pero le faltaba mayor prontitud, más regularidad en las profundidades, y más clase en su acometer. Transmitía a raudales en la muleta del diestro madrileño, eso sí, y duraba lo que le pidieses y más, otra podría haber sido la suerte si hubiera tomado dos puyazos en vez de uno. Supongo que nunca lo sabremos. El Juli estuvo con la batuta entre las yemas, a placer, muy por encima de su oponente, potenciando sus virtudes además. Le pidió por abajo, el toro quería y tenía una gran condición. Pero el ambiente estaba caldeado, en exceso. Y el de Madrid, dando clase, le sacaba una tanda, y otra, y otra. Porque bien es sabido que las manos de Julián López «El Juli» son como la sal: elevan el sabor de cualquier animal que se le ponga delante. Y comenzaron a verse pañuelos, dos, cuatro, seis, y luego casi toda la plaza. El cuadro de indultitis aguda pasó del síntoma al positivo, y en un abrir y cerrar de ojos, un pañuelo, naranja más concretamente acudió al contagiado como si de la constipación le fuese a sacar. Y se fue para corrales Faraón, nacido en marzo de 2017, herrado con el n°113.

De fina y baja badana, de pitón escaso y capa castaña era el cuarto que salió de toriles. Lo recibió a gusto, meciéndole la esclavina sin turbarse, por verónicas, chicuelina y larga cordobesa de remate. En el caballo, fue peleón y tomó un muy lucido puyazo en toda la yema, en el que empujó metiendo riñones. En el pareo, destacó la obra de Iván García, que en sus dos sesgos se lució y fue ovacionado hasta desmonterarse. Pablo Aguado quiso disfrutarlo, y anduvo buscándolo de primeras. Cuando lo encontró, en su cara se mostró templado, sereno y lúcido. Se sonreía. El castaño, aunque tropezaba la muleta a veces, permitió al sevillano flotar sobre el albero. Trazos naturalísimos, tan naturales que hasta la hipérbole se hace estorbo. Pero no remató, poniendo una nefasta, tendida estocada que vistió al toro de Guardia Civil. Luego pinchó una vez, y se fue a descabellarlo, con un intento le bastó. Fue ovacionado, y saludó desde el callejón.

El quinto, negro chorreado, destacaba también en presencia, imponente y cuesta arriba cuello, definida la caja. No quiso nada con la capa, hubo que sacarlo a los medios. Dio una buena pugna en el peto, a pesar de la mala colocación del puyazo, que luchó sin miramiento alguno. En banderillas, pasó molestando por momentos, pero cumpliendo como es debido la cuadrilla. La faena de muleta se basó en el no perderle de vista, tampoco perderle las aguas escasas que el pozo tenía. Lo aprovechó como lo supo. El final fue lo más lucido de la labor, en el que volvió a llegar a los tendidos a plena luz. Marró con la espada, pinchando tres veces y matando finalmente con una estocada entera, algo perpendicular pero muy efectiva.

El sexto era el toro de más bellas hechuras puesto en suerte de toda la tarde. Era de buenas y astifinas armas, de caja iba sobrado dentro de lo musculado y relativamente fino, y sus pieles eran coloradas oscuras y chorreadas. Pablo Aguado, cómo no, volvió a recordarnos qué es torear con el capote, sin despeinarse. Al caballo lo llevó y en el peto guerreó un importante puyazo, en el que no se pudo lucir más por la trasera vara. En banderillas, el pareo fue correcto, pero la lidia fue excelsa. Aguado lo templó de primeras, por alto, pausadamente. Una vez lo tuvo en canasta, tocaba vaciarse. Y vaya que si lo hizo. Se puso las botas. Eternidades, qué decirles. No es agosto aún, pero Sanlúcar era más bien Sevilla. El pincel navegaba las arenas, componiendo y descomponiendo la brutal y poderosa fragilidad del toreo. Ambas muñecas por testigo. Parecía que se ahogaban los segundos. Y en medio del ralentí, a por el acero. Enseñó el caramelito para guardárselo. Para dejar con ganas de más. Que una retirada a tiempo es una victoria, sin duda, todos lo sabemos bien. Presente el acero, volvió su cruz, fallando de nuevo en el primer intento, pinchazo arriba. Pero de segundas, lo reventó, en un sitio un puntito caído, pero de honda muerte. Y rodó más pronto que tarde. Terminaron por darle las dos.

La entrada fue magnífica, mis humildes honores a la gran organización de la empresa de Carmelo García. El público, generoso, pero no se le culpa. Sanlúcar estaba sedienta de toreo. Y de momento se ha saciado, pero pronto pedirá más. El ganado, en líneas generales, embistió y tuvo buen fondo, peleando notablemente en el caballo (ninguno tomó dos puyazos, eso sí) salvo 1° y 2° que no tenían muchas fuerzas. Pero se hizo justicia ante el gran momento que atraviesa la ganadería de D. Santiago Domecq. Destacaron, por encima de los demás, dos grandes toros, que fueron el 6°, enclasado y codicioso y el incansable y bravo 3°, «Faraón», premiado con un excesivo indulto que más bien tendría que haber sido vuelta al ruedo. En presentación, fue un 50/50, hubo tres toros muy justitos y además afeitados de cornamenta. Por esa parte, deleznable. Pero eso no quita que hubiera otros tres toros sobradamente presentados, que casualmente fueron los que mejor pelea dieron en todos los tercios.

Dos toreros en un momento dulcísimo. El Juli, como no podía ser de otra forma, poderoso, solvente y sabedor de las teclas a tocar, de cara al toro, de cara al público y de cara al presidente. Tan bien jugó sus cartas que fueron sus propias manos las que indultaron al 3° de la tarde. Pablo Aguado, pesar de su toma y daca con los aceros, derrama naturaleza artista allá por donde posa las plantas. Lo nuevo es lo de siempre.

Y se nos cae la noche en lo alto, otra tarde más. El verso se muere con ella, para vivir eternamente:
Los ríos son de plata
Si la tela surca el viento
Lento, lento, va la vela,
Si no encuentra el barlovento.

 

RESEÑA

Domingo, 6 de junio de 2021. Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Lleno de ‘No hay billetes’ dentro del aforo permitido. 6 Toros 6, de D. Santiago Domecq, en mano a mano, para: Julián López «El Juli», de verde esperanza y plata, oreja, dos orejas y rabo simbólicos y ovación con saludos; y Pablo Aguado, de rioja y oro, división de opiniones, ovación y dos orejas.

Incidencias: el 3° de la tarde, de nombre «Faraón», nacido en marzo de 2017, herrado con el n°113, fue premiado con el indulto. Iván García se desmonteró tras parear al 4° toro de la tarde. El 6º toro, «Comunero» nº 84 fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

 

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