Hablábamos la semana pasada de cuatro fotógrafos en cuya obra estará para siempre presente la Tauromaquia, cuatro nombres que engrandecieron con sus instantáneas algunos momentos señalados de la historia; antes de que las cámaras de cine alcanzaran el nivel técnico actual, la historia de la tauromaquia hay que buscarla en las cámaras de los fotógrafos, a la vez que en las crónicas de periodistas y revisteros, por lo que si alguien quiere saber lo que verdaderamente pasó en un momento determinado, es necesario tirar de hemeroteca. En esta segunda entrega, homenaje a los hombres de cámara y carrete, vamos a conocer a otros tres grandes profesionales que viven en el imaginario colectivo.
MATEO: RECUERDOS DE LA CATALUÑA TAURINA
Hablar de Mateo, uno de los fotógrafos más célebres del siglo XX, es hablar de la Barcelona taurina, esa gran afición que espera pacientemente a que le sea devuelta la libertad para poder disfrutar de su afición. Su cámara recogió multitud de años la memoria taurina de la ciudad, de la preciosa Monumental y de la ciudad en aquella época.
Mateo debutó como fotógrafo taurino el 12 de abril de 1911, siendo corresponsal de “La Lidia”, coincidiendo con la inauguración de la barcelonesa plaza del Sport (cuyos cimientos fueron aprovechados para construir la Monumental). En ese festejo, como bien apunta Joan Colomer en la web Va de Braus, se lidiaron seis toros del hierro de Veragua y fueron estoqueados por Vicente Pastor, Bienvenida, Vázquez y Torquito.
Le sirvió estos primeros trabajos con el famoso semanario para pasar a otros medios generalistas, cubriendo además de los toros, otros espectáculos como el teatro o el fútbol. Algunos de ellos fueron los periódicos «El Día Gráfico» y «La Noche».
Mateo realizó más de veinte mil placas taurinas y más de cincuenta mil fotogramas, en rollos, de diferentes épocas, por lo que su cámara captó a los más grandes de la historia desde Gallito y Belmonte hasta Manolete. Como curiosidad, decir que fue el iniciador del periodismo en bicicleta.
Su archivo se conserva actualmente en Córdoba, en la colección de Paco Laguna.
PACO MARÍ – MARÍN: HISTORIA TAURINA DEL PAÍS VASCO
Francisco Marí Blanco, más conocido como Paco Marí fue un fotógrafo español que nació en Guadalajara en 1915, en el seno de una familia de fotógrafos, pues tanto su padre, Francisco Marí, como su madre, Jesusa Blanco, lo habían sido.
Tras un periplo por distintos lugares, se muda a Madrid, entrando en la prestigiosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde se forma como fotógrafo. Coincidiendo con la contienda civil española, realiza numerosas fotografías que le sirven para ganar fama y prestigio. Tras la misma, se muda al norte de España, primero a Pamplona (donde conoce a su mujer) y después a San Sebastián, lugar en el que reside hasta su muerte.
Entró a trabajar al estudio fotográfico de su suegro, Pascual Marín, y, a su muerte, lo heredó, continuando con la labor de cronista gráfico de la ciudad, con su misma firma. Destacan en estos años las fotografías realizadas en la antigua Plaza de Toros del “Chofre”, retratando una de las épocas más triunfales del torero que lideraron entre otros Camino, Viti, El Cordobés o incluso un joven Paquirri.
Colaboró con diversas publicaciones, incluidas “La Voz de España” y Marca, y también con agencias de noticias como EFE y Associated Press. Dejó miles de fotografías de la capital guipuzcoana, algunas de las cuales están ahora custodiadas por la Fundación Kutxa y son de libre acceso.
CANITO: EL FOTOGRAFO EN LA MEMORIA DE TODOS
Francisco Cano Lorenza, Paco Cano o Canito, como popularmente se le conocía, seguramente sea el fotógrafo más reconocido por los aficionados, por su cercanía, simpatía, carisma y, por sus inigualables instantáneas. Este Premio Nacional de Tauromaquia (2014), nace en Alicante, en el barrio de la Goteta, el 18 de diciembre de 1912. La afición le venía de familia, ya que era hijo de Vicente Cano, que actuó de novillero con el apodo «Rejillas».
A los 17 años, Cano prueba fortuna como boxeador, dentro del peso mosca. Tras una primera incursión en la que no acaba bien, decide intentar probar suerte con su gran afición como torerillo, como tantos otros jóvenes para intentar salir de la situación precaria que vivía, pero sin suerte. Es durante la Guerra Civil Española cuando se traslada a vivir a Madrid, cuando lo acoge y esconde en su casa su gran amigo Gonzalo Guerra Banderas, que le introduce en el mundo de la fotografía; es ayudante de laboratorio en una fábrica de cosméticos y sigue intentando ser torero.
Tras algunos años alternando ambas profesiones, decide Cano dejar el traje de luces y vivir de la fotografía. Poco a poco, le van encargando reportajes toreros de la talla de Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez o Luis Miguel Dominguín, con el que le unía una estrecha relación de amistad y con el que, gracias a un fruto del destino, viajó a Linares el día de la mortal cogida a Manolete. Allí obtiene el mayor éxito profesional de su carrera, lo que le marca como fotógrafo para siempre, ya que es el único reportero gráfico que está en Linares la tarde trágica y de él son las fotografías que se conservan de la cogida y la muerte de Manolete, que dieron la vuelta al mundo y son de las más famosas de la historia.
Más adelante, colaborará Cano con publicaciones como ABC, Marca, El Ruedo o Aplausos; pero siempre prefirió ir por libre, por lo que viajó de ruedo en ruedo durante casi 70 años, pues estuvo en la profesión hasta que su salud se lo permitió. Era una alegría siempre verlo con su famosa gorra blanca en los callejones de las Plazas de toda España.
Después de más de seis décadas como profesional, su archivo fotográfico posee, sin duda, una riqueza excepcional. Destacar su libro “Mitos” en el que, además de fotografías taurinas, se recogen imágenes de grandes famosos de la historia, como puede ser Ava Gardner.