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Evolución del tercio de varas

El tercio de varas es el primero de los tres que componen la lidia, ejecutándose justo después de la suerte capote. El principal fin de esta parte fundamental de la lidia, es templar al toro con el propósito de mejorar su comportamiento además de degradar la violencia de la embestida y la acometida del mismo.

A lo largo de la historia de la Tauromaquia, el tercio de varas ha evolucionado sufriendo diversos cambios. Entre los siglos XVI y XVIII la suerte de picar fue la más importante. El peso de la lidia recaía en el caballero alanceador, siendo posteriormente el varilarguero el encargado de organizar la lidia. Aquí los matadores de a pie eran los auxiliares. El motivo que los picadores vistan de oro, al igual que los diestros, recae en la importancia que tuvieron en este periodo.

Durante el siglo XVIII, el picador permanecerá en el ruedo durante toda la lidia del animal, incluida la muerte. En el caso de ser acometido, el varilarguero podía de picar al astado en cualquier momento. De esta manera, el orden de la lidia no se distinguía claramente. Otra función que desempeñaba el picador, era la de lidiador; si el diestro era cogido, el picador le intentaba hacer el quite con el correspondiente puyazo.

Evolución del tercio de varas

Con el reinado de Carlos IV en 1804, se prohibieron las corridas de toros. En esta decisión el monarca estuvo influenciado por Godoy, que no defendía un «circo sangriento», en el que gran número de caballos morían durante los festejos.

Al reanudarse las corridas de toros con la Guerra de la Independencia, el picador desaparecerá del ruedo con la introducción del tercio de banderillas. El 10 de septiembre de 1877, La Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Jerez de la Frontera, publicó un documento en defensa de los caballos de picar. El texto en cuestión aboga por «la injusticia, crueldad y la inutilidad del tratamiento a los que se someten a los caballos de picar”.

Un hecho clave en la evolución del primero de los tercios es el uso del peto. El 7 de febrero de 1928, se dictó la Real Orden número 127, sobre la protección de los caballos en la corrida de toros, la cual, alegaba que: “A contar del día 8 de abril, y con carácter provisional y hasta el año 1929, será obligatorio el uso de los petos defensivos de los caballos en las plazas consideradas de primera categoría”. Inicialmente el uso del peto en las restantes plazas lo decidía la autoridad gubernativa, pero el 13 de junio de citado año se aplicó la Real Orden número 127 al resto de cosos. El día 8 de abril de 1928, en la plaza de toros de Madrid, en la corrida de Pascua de Resurrección, se usaron ya, con carácter obligatorio y definitivo, los petos con el fin de proteger a los caballos.

Evolución del tercio de varas

A día de hoy el tercio de varas sigue prácticamente igual que en el pasado siglo, aunque se puede observar menos aceptación por cierto sector del público. Cuando las condiciones son las propicias, se contempla la belleza del toro bravo en acción: el arranque con alegría al caballo y la envestida por los bajos del peto, retorciendo el animal la cola mostrando genio y bravura. Cada vez que se ponga de nuevo en suerte, el toro, repetirá esto sin acobardarse.

Cuando el matador que se encuentra con un toro de esta naturaleza, debe estar en la obligación de lucirlo para que tanto el público como su curador puedan disfrutar de un espectáculo de incomparable belleza.

Rocío Serrano
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