Tres orejas que debieron ser una. El Juli y un blandengue palco han sido los protagonistas de una de las Puertas del Príncipe más baratas concedidas en los últimos tiempos.
Puerta del Príncipe nuestra de cada día. Me fui corriendo de la Plaza. Me negué rotundamente a tragar con algo que no tuvo fundamento suficiente. Si se cierra una puerta se abre una ventana, y al abrirse la puerta yo rompí la ventana de un golpetazo para respirar un poco entre tanto humo. Lo necesitaba. Lo necesitamos.
Bochorno es la palabra. Vergüenza ajena. Pena en nostalgia, ¿qué dirían nuestros mayores? La exigencia es de chiste. Estamos aún a miércoles de farolillos, y hasta quedando cuatro tardes más en esta Feria de Abril, ya van cortadas 23 orejas. Y las que nos quedan. Desvirtuación. El gran público se ha armado con el pañuelo fácil, mientras que el aficionado de Sevilla se desangra sobre su albero, sin nadie que acuda a su auxilio.
Salíamos de la Maestranza diciendo que a José Luque, quien presidió el festejo de hoy, le faltó sacar él mismo a hombros a Julián López «El Juli». Tres orejas que debieron ser tan sólo una fueron hoy motivo para oler a bochorno de nuevo sobre la piedra del Baratillo. Pero al final El Juli es quien menos culpa tiene. No va a negar trofeos a él concedidos, sobra decirlo. Si hoy hay a quien señalar, es al aplauso fácil, al cuñadismo imperante, al «Viva España» por el que nadie preguntó. No es el primero ni será el último día que en estos tendidos se viva un ambiente así. La situación era preocupante, y lo sigue siendo. La categoría es algo que debe merecerse, y la actitud del personal presente en la mayoría de las tardes en el Arenal lejos está de ser calificado como de primera.
Si hay algo que turba mi adentro más especialmente, es el saberme espectador de una buena tarde como la de hoy, interesante, y haber salido aun así decepcionado de un ruedo desfrontalizado, sin justificación que valga. Miren que salieron 4 de 6 toros (de Garcigrande) con opciones (pitones aparte), miren que se toreó con muleta y capote. Pero nada, jaleíto pal cuerpo, alegría, ole y ole. Reina el triunfalismo, vacío, vacío. Si por cada pañuelo que asoma tuviera por regla que asomar igualmente una argumentación sólida, ni la mitad de tela blanca veríamos en las gradas. Eso es así.
Pena de Plaza. Sevilla no es ninguna plaza de pueblo, pero está llena de forasteros que, sevillanos o no, están desvirtuando y ahogando su idiosincrasia con su ruido de platillos y bombos, que lejos están de sonar como la música del toreo, música que sonó en el magistral capote de Aguado con el sexto, música que sonó con Manzanares en el quinto, música que sonó con buenos momentos de El Juli, pero música que dejó de sonar cuando la hipérbole se volvió a hacer con el criterio, hoy de cartón piedra.
Menos correctismo político en nuestra Plaza, y más exigencia. Sin ánimo de lucro, prefiero a un canelo con criterio a un pedante sin mollera. Lo puedo decir de manera más elegante, pero no más clara. Ir a los toros está de moda, tenemos una oportunidad y la estamos malgastando. Presidentes, presidan. Eduquen en lo taurino y en lo humano con su figura, y paren ya de ceder ante la presión de la muchedumbre vacía. Que las modas van y vienen, pero el toro no se va a ningún lado. Y lo que queda después de nosotros, no depende sino de lo que hagamos hoy, mañana, y hasta que el cuerpo aguante. Esta Feria va a ser complicado remontarla. Pero Sevilla no se mueve. Ojalá que esto tan sólo se trate de una broma pesada. Y que termine ya. Porque no hace ni pizca de gracia.