Twitter ha suspendido la cuenta de Emilio de Justo precisamente en la víspera de su encerrona con seis toros en la plaza de Las Ventas. Se alude desde esta red social a un supuesto incumplimiento de las normas de la comunidad, pero obviamente eso es falso.
La presión del lobby animalista -económica, fundamentalmente- hace de Internet un auténtico campo de minas para el toreo. El único objetivo es convertirnos en invisibles: censura de cuentas, eliminación de palabras claves en los buscadores, ocultación de imágenes, desaparición de vídeos… El caso de Emilio de Justo es paradigmático. Como su nombre está de rabiosa actualidad por la gesta de mañana en Las Ventas, era un buen momento de cobrarse la venganza silenciando su cuenta de Twitter. El lobby manda y Twitter España… ¿España? actúa.
Sorprende -es un decir- con la impunidad y sencillez que se pueden cometer este tipo de atropellos, pero en realidad es exactamente lo mismo que sucede con las prohibiciones a nivel político tipo Gijón. Sí, esa ciudad cuya alcaldesa gobierna para mujeres pero también para hombres, unos seres respecto a los que ella -en palabras de la propia susodicha- ha de hacer un esfuerzo para considerarlos personas, en vez de animales.
El caso es que esta dictadura animalista que estigmatiza al disidente como paso previo a su eliminación, encuentra en las redes sociales su principal medio de acción y propaganda. Bajo la apariencia de una sociedad supuestamente libre, se asienta un fondo de intolerancia extrema cuyos gerifaltes, en la sombra y sin necesidad de dar explicaciones, ejercen con mano dura. De esta manera, el adoctrinamiento se extiende hasta controlar todos los ámbitos del ser humano, desde la alimentación hasta el lenguaje. A esta inmensa jaula le llaman libertad.