El valenciano, primera puerta grande de la feria tras pasear una oreja de cada novillo de su lote en tarde de frío polar y viento inmisericorde. Álvaro Alarcón toca pelo ante un complicado encierro de El Pilar, igual que un Manuel Perera que acabó conmocionado y en la enfermería
Valencia o Siberia. El coso de la calle de Xàtiva o aquel Valdemorillo sin las bendiciones de la cubierta. O aquel Castellón de la nevada y los carajillos de regalo para entrar un mínimo en calor. Mil, quizá mil doscientos, los valientes en los tendidos desafiando a un frío negro en mitad de una sensación térmica que el viento convertía si cabe en mucho peor. Qué mérito. Como el de los chicos, tres valientes también en lo suyo, que se pusieron siempre de verdad y sin arrojar nunca la toalla en una tarde difícil en la que la complicada novillada de El Pilar vino a sumarse a la lista de elementos en contra.
Una papeleta, ya saben que el viento para los toreros es el peor enemigo posible, de la que salir indemne se convertía en el primero de los triunfos. Los tres lo hicieron, salir por su pie digo, a la espera de lo que arroje el parte médico de Manuel Perera tras ser cogido en varias ocasiones en el último de la función. A ese éxito sumó El Niño de las Monjas el bueno, el que suma, el que te avala para seguir creciendo, el que sirve para que te vuelvan a poner y que no es otro que abrir la puerta grande. Con el lote de mayores opciones creyó, se arrimó y como anduvo muy certero con la espada se lo llevaron a hombros.
Dos años llevaba esperando el día, el del debut en Fallas, con el soñaba desde que era un crío. Cuántos desvelos, cuántos entrenamientos, cuántas faenas dibujadas en la mente. Jordi Pérez estaba anunciado en Valencia, su Valencia, el 12 de marzo de 2020. No pudo ser. Un marrajo llamado Covid de oriental procedencia prendió por la faja aquellas Fallas y, lo que vino después, ya lo saben de sobra todos ustedes. Setecientostreintaytantos días para que llegue lo que tanto anhelas no hay vendaval, ni frío, ni lluvia que lo eche al traste. Así que Jordi se fue con decisión a la puerta de chiqueros para recibir al primero. Qué buen novillo por cierto el de la familia Fraile, a la postre el mejor de un envío que sin comerse a nadie no acabó de romper. Quizá el cuarto sin aire, quizá el quinto en los medios y no en la raya, quizá… Eso ya nunca lo sabremos.
Corazón, corazón y más corazón el de El Niño de las Monjas con ese primero. El quite, los estatuarios, la arrucina, las bernadinas… Poner en escena todo lo que has imaginado para ese día D, sin que te importen los elementos. El alma tras la espada, la oreja conquistada. “Cigarrosa” se llamaba el cuarto, que era un torito en cuanto a su morfología de mejores y más reunidas hechuras. Empujó bien en el primer encuentro con el caballo y apretó en banderillas. Tuvo cosas buenas en el último tercio y el chaval tenía claro que aquello no se le podía escapar. Templado en su labor a diestras, queriendo y queriendo siempre hasta equivocarse poniéndose de rodillas en el epílogo del trasteo, pero benditos los errores si son fruto del querer. Se tiró de nuevo a matar y amarró lo que tanto había soñado: salir a hombros en la feria de Fallas. Las monjitas no cabían en sí de gozo en el tendido. Su niño, el que acogieron cuando tenía once años en su Hogar San José de la Montaña, Orden de Madre de los Desamparados, aquel mozo rubito al que apuntaron a la Escuela Taurina para que evolucionara como persona y eligiera un buen camino en la vida, empieza también a crecer como torero.
El segundo apuntaba feo estilo y se lesionó en varas, siendo devuelto. El sobrero de reemplazo, alto como un caballo, no embistió por derecho ni una vez. Tres cosas apuntó ante él Álvaro Alarcón y no son pocas para cimentar una carrera vestido de luces: valor, temple y cabeza. Mandó al carajo el toledano a Eolo en el inicio de faena en los medios con el pase cambiado por la espalda, toreó con donosura a medio que el de El Pilar se lo permitió y, milagro, lo vio doblar tras la estocada desprendida sin que sonara aviso alguno. El sentido de la medida, fundamental para amarrar los triunfos. Dejó los muletazos de mayor calidad del festejo con el serio quinto, que enseñaba las puntas y repitió sin excesiva clase. Por fin el temple, la pausa y el encaje afloraron entre el vendaval. Bien el de Torrijos. Dos desarmes a destiempo y la mesura que no aplicó en esta ocasión, sonó el aviso antes de entrar a matar, menguaron el ánimo del personal para echar mano al moquero cuando la apariencia de la plaza era ya una colección de extras de Doctor en Alaska. La petición no fue suficiente y dio una vuelta al ruedo.
Manuel Perera está a las puertas de la alternativa. Se notó el mayor rodaje y oficio respecto al de sus compañeros frente a un tercero mejor hecho pero que tampoco fue fácil. De hinojos con la seda y con el percal, con decisión y las dosis de valor que ya le conocíamos. Un pinchazo malogró el posible premio. El cierraplaza le levantó los pies del suelo en los medios de manera muy aparatosa. Con la taleguilla rota y visiblemente conmocionado, volvió a la cara del novillo. Dos veces más le cogió con la muleta, yo no sé si tres, atropellando la razón para no irse de vacío. Se escapó de la cornada y agarró el trofeo desmadejado, sin chaquetilla, pero con su conciencia tranquila.
Mañana aterrizan en Valencia las figuras y la feria debe coger inercia de verdad. En los tendidos y sobre el albero. El primer paso para conseguirlo es que la pregonada lluvia no llegue más arriba de Cullera, unos kilómetros al sur de la ciudad, que es donde los que más saben de isobaras y anticiclones dicen que se van a quedar las precipitaciones. Veremos.
Miércoles, 16 de marzo de 2022. Plaza de toros de Valencia. Tercera de la feria de Fallas. Novillada con picadores. Novillos de El Pilar, el 2º lidiado como sobrero. Desiguales de presencia y juego, destacando el 1º por su nobleza y el 5º por su mayor recorrido. El Niño de las Monjas, oreja tras aviso y oreja; Álvaro Alarcón, oreja y vuelta al ruedo tras aviso; Manuel Perera, ovación con saludos tras aviso y oreja. Incidencias: Un cuarto de plaza en tarde ventosa, fría y muy desagradable. Manuel Perera brindó a El Soro, presente en una contrabarrera de capotes, su primer novillo de la tarde. Alarcón hizo lo propio con el matador valenciano y Eloy Cavazos en el quinto.