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El Cid, Román y el revés listado

Para los aficionados al novelerío, hemos de advertir una obviedad: El Cid no es la Virgen de Fátima. O sea, los naturales del de Salteras no los va a pegar nunca Román, que sin embargo ha tomado una magnífica decisión.

Preocupados por lo que se cuece en los despachos más que por lo que ha de pasar en el ruedo, resulta triste observar en manos de qué bultos sospechosos se ponen a veces los toreros. O sea, a qué individuos –quizá influyentes, sí, pero a la vez de indocumentados– confían su futuro, pese a las nulas aportaciones técnicas y/o artísticas que, irremediablemente, están facultados para hacer quienes no saben ni coger una muleta. Esto es particularmente grave en toreros atascados en su evolución (figuras del toreo incluidas) o en toreros de profesionalidad incipiente. Y mientras hay estrellas del tenis que contratan a un señor para que les mejore el revés o el saque, aquí somos todos más listos que nadie.

Toda vez que ese apoderado completo, con la personalidad para gestionar la carrera de un torero, y con los conocimientos y –ojo a esto– la vocación necesarios para transmitirlos, se halla en peligro de extinción, se torna cada vez más necesaria la figura del maestro que se convierta en hombre de confianza del torero, que le hable de toros y del toreo, que le corrija defectos o, todavía más importante, que le quite los vicios adquiridos con el tiempo, aún más complejos de depurar. Y luego ya que el estratega de turno –ejem, ejem– le haga figura del toreo en los despachos, o eso irá contando él…

Es por ello que la compañía (no sé si en calidad de contratado, de amigo o de ambas cosas) de Manuel Jesús El Cid, es una gran noticia para Román Collado, un espada cuya carrera, por cierto, es buena como (mal) ejemplo. Pudo convertirse en un torero popular merced a su frescura y carácter jovial, pero una mala dirección primero, una regresión artística después, terribles cornadas a destiempo y el consiguiente ofuscamiento que de ellas suele derivarse, le hizo perder la novedad diluyéndose su cartel a la misma velocidad que se escapa el tren. Ya con menos rizos y la raya al lado, quizá tenga menos tirón con el público y caiga menos simpático en los micrófonos, pero esas cosas se arreglan con la espada y la muleta.

Porque hoy, durante la lidia de su primer toro, noble, pero falto de casta y de recorrido, y que demandaba un toque suave, buena colocación y un trazo templado del muletazo, ha sido capaz de mejorar la embestida y de rozar un notable triunfo negado a la postre al temblarle la mano de matar; tara en la que ha reincidido en el sexto, con el que se ha comprobado que, en cualquier caso, a Manuel Jesús le queda trabajo por delante, y mucho más al propio Román.
Y es que, al hilo del mitin perpetrado con la espada y del pertinaz atolondramiento frente al complejo sexto toro, no hemos de olvidar una obviedad a modo de remate: El Cid le podrá enseñar muchas cosas, pero a la hora de la verdad será Román el que tenga que coger el capote, la muleta y la espada y hacérselas al toro. Porque, igual de cierto que Rafa Nadal tiene al lado un experto que le mejora el saque o el revés listado, no lo es menos que los 21 Grand Slam no se los ha ganado su entrenador.
Imagen: @plazadevalencia
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