Con 16 años Cristian González conoció el pasado fin de semana la dureza de la fiesta. Una salvaje cornada que llegó en la suerte suprema. 20 centímetros en el triángulo de Scarpa con otra trayectoria de 14. Los profesionales que vieron la actuación de Robledo (Albacete) cuentan que había cuajado al novillo de Los Chospes, especialmente con la mano izquierdo. El cirujano jefe de la plaza de toros de Albacete, Pascual González Masegosa se hizo cargo de la situación. Afortunadamente estaba al frente de una novillada televisada por Castilla la Mancha Media, siendo parte del Certamen Promesas de Nuestra Tierra.
El joven novillero atiende todavía desde el hospital a TORETEATE: “Gracias a Dios estoy bien, siento dolores porque la cornada ha sido muy fuerte. Me rozó la femoral pero no hubo rotura que es lo importante”, dice muy serio Cristian González.
Las sensaciones ante ese novillo que le hirió entrando a matar, el primero de su lote, fueron siete. Máxime teniendo en cuenta que solo suma siete paseíllos en su vida torera: “En la novillada me encontré muy bien, era un novillo al que había que hacerle las cosas muy de verdad. Por el pitón derecho se venía más recto. Me encontré muy a gusto desde el capote, creo que lo entendí”.
Él ya es un ejemplo para muchos de los chavales que entrenan cada tarde junto a él en Alcázar de San Juan. Sus espejos son grandes toreros de hoy y del ayer: “Me fijo en todos los toreros pero si tuviera que quedarme con un cartel sería El Juli, José María Manzanares y Pablo Aguado. De los antiguos también me gusta mucho un cartel completamente salmantino: Santiago Martín ‘El Viti’, Julio Robles y Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’».
Estudiante de primero de bachillerato, cada tarde acude a entrenar con sus maestros Aníbal Ruiz y Manuel Castellanos. Se toma muy en serio su vocación pero no deja los estudios: “Soy buen estudiante”, afirma. Aún en la cama del hospital ya mira con esperanza el futuro: “Los médicos mandan pero en julio y agosto tengo algunas novilladas y no me gustaría perderme ninguna. Me imagino que tendré que hacer rehabilitación e ir al fisio para recuperarme poco a poco pero tengo claro que todo mi esfuerzo lo tengo que emplear en volver lo más fuerte posible a la cara del toro”.
Ojalá el toreo le compense su dedicación. La dureza que le ha tocado vivir tan joven supondrá una aceleración en su maduración. La ilusión con la que habla del toro impresiona: sin rencor, con esperanza y agradecimiento. Recogerá los frutos, no sólo por el peaje pagado, si no por sus condiciones toreras y el tiempo invertido sin reservas.