A los toros no se puede ir con nada traído de casa, y hoy los tendidos acudieron a bolsillo lleno. Nos quedamos en calzoncillos hasta desde el sofá. De hechos y quereres les hablo hoy en la 18ª de San Isidro.
De oca en oca y tiro porque me toca. Decía Forrest que la vida es como una caja de bombones, y el toreo es metáfora de la vida, así que imagínense ustedes. «Uno nunca sabe cuál le va a tocar», y tras un encierro de altísima categoría lidiado en novillos el pasado lunes por el mismo ganadero, hoy se hizo la noche como contrapunto de los soles que calentaron el primer día de la semana.
La Real Academia Española define la predisposición como la «acción y efecto de predisponer», a lo que hay que adjuntar el significado del verbo: «Preparar, disponer anticipadamente algo o el ánimo de alguien para un fin determinado.» El ser humano se alía consigo mismo o se hace la guerra al adentro, y se cierne sobre su cabeza la amenaza masoquista de la expectativa, de la querencia al final feliz con respecto al destino, que tan loca tiene la cabeza.
Entre esto y lo otro, no es lo mismo vivir ilusionado que con expectativas, al menos cuando nos referimos a lo que está en manos de otro o de El de Arriba. La ilusión da sentido, mientras que la expectativa, salvo calco caprichoso del porvenir, lo quita.
No es por nada que el toreo es metáfora de la vida, de la lucha, de lo efímero del momento y cómo no, de la misma muerte. La predisposición en ella es como el papelillo que calla el viento en un rincón de las tablas, mientras que el toro pide medios y el aire atormenta a las telas. Es un quiero y no puedo. Es pensar que se tiene la clave frente a una realidad adversa, que poco o nada tiene que ver.
Hay tardes que se van sin mucho más, y hoy, salvo momentos puntuales, ahí estuvo el tema. Tras la gran novillada de Fuente Ymbro lidiada el pasado lunes, todo el mundo esperaba hoy a los toros de Ricardo Gallardo, y no era para menos con el cartel que portaban los tablones. Ginés volvía milagrosamente tras su gravísima cornada hace tan sólo diez días en este mismo albero, a lo que Madrid tuvo la delicadeza de sacarle a saludar, la que le faltó después para reconocerle su disposición con los dos animales que le tocaron. Otro que no se fue sin dejarse sudores fríos en intentarlo fue Urdiales, que puso de su parte frente a dos muros. El mal ralentí de la tarde levantó de nuevo culos de los asientos con un Roca Rey que anduvo encima de un animal rajado. Sed de acontecimiento que de haber entrado la espada lo mismo hubiera sacado al peruano a hombros. Madrid tiene que ser Madrid.
La predisposición hizo que nos decepcionásemos más si cabe con el encierro de Fuente Ymbro. El encierro fue de lo más manso que se le recuerda en este ruedo, que tanto siempre le espera por tantos bureles herrados con la «G» que han puesto Las Ventas boca abajo. De más trapío que trapo los lidiados esta tarde. También hizo que más de uno se pusiera en pie más fácilmente de la cuenta, más por el aire que arrastraba a los tendidos que por realmente valorar lo que estaba haciendo Roca Rey a su segundo (que era más que lo que tenía delante). A otros les hubieran pitado, más o menos respetablemente, y hoy los tendidos recriminaban reaccionariamente a aquel que mostrase su desacuerdo con lo que allí aconteció (que fue lo poco que se vio en la tarde, pero no quitó vulgaridades. Predisposición).
A los toros no se puede ir con nada traído de casa, pues lo más probable en términos de frecuencia es que el de los marfiles le deje a uno en calzoncillos. Hoy, ese público de inclinaciones de fanatismo algo excesivo y hueco, tapó en la primera plaza del mundo con más de un ole de fiesta campera las virtudes que pudo albergar la faena al quinto, haciendo más agudos al ojo de quien está fuera de esa corriente los defectos de la misma. A veces la predisposición es tan fuerte y avariciosa que hace que uno busque una realidad por encima de la que es (aunque no sea poca). Todo se desvaneció con la espada, así que la guerra de ojos queda para otro día.
Yo, como Forrest, no pararé de correr, y si quedan aún once de San Isidro, pondremos a la distancia por testigo del llevar las ilusiones a la meta, con medalla o sin ella, siempre sin nombre o apellidos. Volverán los tres toreros de esta tarde a Madrid este San Isidro, así como los de Fuente Ymbro. Tendrán agua para enjuagarse la cara tras lo de hoy. O no, quién sabe. De esto del toro no te puedes esperar nada nunca.
Meta a la espera
Muerte al instante
Que lo que yo quiera
Ni huele la sangre.