Llegó. De nuevo, es Domingo de Resurrección en Sevilla. Las puertas de Santa Marina fueron las últimas en cerrarse antes de que se abrieran las puertas del coso del Baratillo, intercalando los sones de Tejera un fin con otro principio. Hoy se cumplió el dicho, y en solemne ecuación se igualaron expectación y decepción. Y es que de donde no hay no se puede sacar. Sólo El Juli pudo, con el único potable de la tarde. Todo lo demás para Morante y Roca Rey fue un quiero y no puedo. Generoso el público, llenos los tendidos. Comenzó la temporada en Sevilla, no les diré con qué pie. Deduzcan ustedes.
Con algo de mejor aire salió el negro quinto, plegarias al Cielo en los tendidos para que se cumpliera el dicho. A gusto se pudo sentir El Juli con el capote, plasmando buenos lances de recibo y camino al equino. Puyazo y picotazo, y garapullos mañosos. Brindis al público, el primero que se prestó. Se dobló con él, lo cocinó a base de saber estar, y a la que le tocó las teclas debidas, el animal y el público estuvieron a su merced. Listo y capaz estuvo, terminó por poner a más de uno en pie a base de bajar la mano en series cortas pero ciertamente intensas. Terminó por poner una estocada algo trasera, casi entera pero arriba, que terminó por hacer echarse al toro compases después con un amago de muerte de por medio. Dos orejas y palmas al toro en el arrastre.
Melocotón de capa el segundo, avisaba poco carbón desde los inicios. El Juli y sus hombres lo llevaron entre algodones en lo que anduvo en el percal y luego en el peto, leve el castigo. Pragmatismo también en palos, llegó la muleta. No podía el astado surcar alberos. El de San Blas lo consiguió embarcar en su pañosa por momentos, ligando y pudiendo lo más que se puede con un gateo constante. Algún “ole” arrancó, pero tanta genuflexión del bovino hizo pronto fin. Pinchazo y estocada entera en el sitio. Silencio para el madrileño, pitos en arrastre.
Una lámina era el tercero, jabonero claro, bien hecho de cabo a rabo. No pareció acusar de salidas la flojera de sus hermanos, destacando por el pitón izquierdo en los bajos de la esclavina de Roca Rey, que lo ligó y movió hacia los medios. Correcto sin mucha traca en el peto. En banderillas y brega anduvieron los de plata como mandan los cánones, recibiendo tras los pareos senda ovación Alberto Zayas, Paquito Algaba y “Viruta”. Aunque prometía, el de blancas pieles terminó por acortar viajes, y poco pudo hacer Roca Rey, más que abreviar como sus compañeros de terna, tras arrancarle algunos lances de uno en uno. Lo mató de estocada entera, un punto atravesada, pero más que efectiva. Silencio y de nuevo, pitos en el arrastre para un Cuvillo más.
De tapado, sin hacer más ruido que en burladeros, hizo acto de presencia el a priori último que cruzaría chiqueros (uno nunca sabe). Así transcurrieron tanto el recibo como su cita con el varilarguero. De nuevo, buen hacer de los peones. Comenzó de muleta Roca Rey buscando colocación, sitio y exigir al de los marfiles. Tras los inicios, el animal perdió fuelle y nos hizo volver a la realidad, no pudiendo el peruano más que intentarlo frente a otro que no sirvió. Cerró la tarde con una buena estocada, certera. Silencio para ambos toro y torero.
El primero que salió de toriles, colorado de pieles, buen cuajo por abajo y de cabos armoniosos, salió brioso pero medido, recibiéndolo Morante con varios lances clásicamente asentados. Tanto que al asomar el Romero el toro perdía las manos. Fugaz y leve paso por el peto. Limpio trabajo en rehiletes de los hombres del cigarrero. No se prestó el burel en la franela mucho más allá de los inicios, siendo estos lo poco lucido que se pudo pregonar. No los tragaba el de Cuvillo por abajo, se dolía de las manos, arrollaba o buscaba las vueltas sin mucho más poder. Morante lo supo y así abrevió, matando de pinchazo y estocada casi entera, algo tendida y atravesada, que hizo muerte sin tardanza y sin embargo. Silencio y pitos en el arrastre para el primero de la tarde.
Algo feo de cara el cuarto, se partió la mano nada más salir. Debacle, pañuelo verde. Antes de irse apuntillado, al menos, se tiró una “pataíta” por bulerías. Digo. Ni dos lances. Pues salió el bis, castaño. Adivinen. ¡Otro que pierde las manos! Se quedaban chicos los algodones. Ni en capote ni en varas había manera, o se caía o no pasaba. Bronca en la plaza. Las manos de adelante, hechas polvo. Morante le tendía la capa como si de la Verónica de Patrone, bastante más por el estatismo que por la estética. Arpones y a seguir, y esto es lo que hay. Se decantó la criatura por no pasar más en la pañosa. Estocada tras tres lances, más por morir que otra cosa. Estalló de nuevo el gentío, furioso con otro Cuvillo más. Hasta injurias en el arrastre. Silencio para Morante.
Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Domingo de Resurrección. Cartel de ‘no hay billetes’. Toros de Núñez del Cuvillo, ni un más que potable quinto fue capaz de levantar una tarde insufrible. Salvo dicha excepción, alto en el camino, todos ellos faltos de casta y nulos de fuelle, con un único pañuelo verde (4º) que debieron ser dos (4º bis).
Morante de la Puebla (de grana y oro), silencio y silencio.
Julián López ‘El Juli’ (de gris plomo y oro), silencio y dos orejas.
Roca Rey (de blanco y plata), silencio y silencio.
Incidencias: Al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por la muerte del Decano de los toreros sevillanos, Rafael Jiménez ‘Chicuelo’.