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Pinceladas caras de Pablo Aguado, única oreja en la segunda de Dax, con una de Bañuelos a la que faltó raza y entrega

Pablo Aguado dejó una faena para paladares exquisitos en la segunda corrida de la Feria de Agosto, en Dax (Francia). El torero sevillano ahormó la buenas embestidas del mejor toro de una corrida bien presentada de Antonio Bañuelos a la que faltó, en general, raza y entrega. Ginés Marín dejó fogonazos de su buen toreo, especialmente, con esa zurda privilegiada, pero no pudo redondear la tarde con dos ejemplares desfondados pronto. Morante, que dejó un ramillete de verónicas al primero, pechó con el peor lote.

Aguado saludó con inteligencia al tercero, muy a favor del toro, enseñándolo a embestir y sin exigirlo. Ese mismo trato le aplicó en el comienzo de faena, a su aire, acompasando las buenas embestidas del animal, medido de motor. Muy caro, el toreo al natural, especialmente, una tanda a pies juntos, citando de frente. De excelente trazo, como los remates, muy sevillanos, en cada tanda. Bajó más la mano en el tramo final, sobre la diestra, para elevar aún más el tono de la faena. El contundente espadazo hizo el resto y paseó la primera oreja del ciclo galo de Dax.

Con el sexto, tuvo menos opciones. Fue un animal bonancible, que dejaba estar, pero al que faltó vida en el último tercio. Aguado dejó un inicio de faena magnífico sacando al toro a los medios con torería y naturalidad. Ese mismo reposo mostró en toda la faena, pero su adversario no concedió mayores pasajes para el brillo.

Bien armado y de perfectas hechuras, el primero fue un colorado noble, pero que no tuvo excesiva movilidad. Lo recibió con temple Morante a la verónica, pero luego el sevillano no tuvo opción de brillo y, tras enseñarlo por ambos pitones, lo macheteó por bajo con torería y fue por la espada.

Blandeó el cuarto y, en su lugar, salió un sobrero que también vio asomar el pañuelo verde al partirse un pitón al hincar los pitones en la arena durante el tercio de varas. Salió en su lugar un segundo sobrero de Virgen María, bastito y grande, muy serio por delante, algo destartalado, que salió abanto y con movilidad, pero resultó molesto para el torero, pues no se iba de los vuelos y nunca se entregaba. Morante no lo vio claro y optó por abreviar, por lo que fue abroncado.

Hasta la boca de riego se prolongó el cadencioso recibo a la verónica de Ginés Marín al segundo. Un toro que tuvo buena clase e intentó colocar la cara. Bien armado y con cuajo, el de Antonio Bañuelos que, sin embargo, se desfondó más pronto que tarde. Los intentos por ayudarlo a romper del extremeño, que quiso alargar cada embestida, fueron en vano. Lo más destacado, el espadazo para ‘despenarlo’.

Largo y hondo, bien hecho y proporcionado, el quinto tuvo ritmo y transmisión. Tan sólo le faltó una brizna más de motor. Ginés Marín se esmeró en cuidarlo y potenciar sus virtudes. Así, fueron posibles un par de tandas al natural de enorme prestancia, por su embroque, su limpieza, la hondura y el temple de los muletazos. Sin embargo, el toro echó la persiana en plena ebullición del trasteo y no hubo manera de redondear su labor.

RESEÑA

hierro antonio Bañuelos

Plaza de toros de Las Arenas, en Dax (Francia)Francia. Segunda de la Feria de Agosto. Lleno en los tendidos. Toros de Antonio Bañuelos, el cuarto como sobrero, que también fue devuelto por un tris de Virgen María, bien presentados, aunque desiguales. Nobles en general, aunque al conjunto le faltó raza y entrega.

Morante de la Puebla (de verde billar y azabache), silencio y bronca.

Ginés Marín (de azul rey y oro), silencio en ambos.

Pablo Aguado (de marino y oro), oreja y silencio.

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