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Daniel Luque, en la Inmensidad

El diestro de Gerena protagonizó una tarde de arte y poder ante dos exigentes y toros de Fuente Ymbro, mientras que El Fandi y Finito de Córdoba tuvieron escasas opciones.

 

-Los que están en la tumba no hablan.

-Hablan cuando Dios quiere – replicó Lagardère.

(P.Feval. El Jorobado)

 

Hay quien quiere mandar esto para la tumba, sin preámbulos, lo sabemos de sobra. Bueno. Suponiendo que, según nos pintan, estemos en la tumba, contamos bonitas historias para estar muertos, desde luego. Será el legado de Lorca, de Hemingway, de Bécquer, de Sánchez Mejías. De Picasso, de Dalí, de Goya. No lo sé.

Mayor pena es, sin embargo, que seamos propiamente los taurinos quienes nos atribuimos esa muerte, más bien un harakiri que un asesinato a manos de “nuestros enemigos”.

Pena también suscitan los tendidos de Vistalegre hoy, día 18 de mayo de 2021. Ante lo que se planteaba como un cartel variado e interesante, de nuevo cargamos con la cruz de los asientos vacíos, pena de retinas y bolsillos.

Pero, en medio de la noche cubierta, la luz, muleta en mano, se hizo presencia ante su muerte personada en los pitones. Por unos instantes, sí.  Y eso no hay papel que lo compre. No nos matarán en la vida. Nos moriremos, eso sí, cuando nos plazca. Si no me creen, lean.

 

Astifino, hondo y musculado, era el burel que hizo las labores de primero. Tuvo una fría salida, que requirió de capotazos bregantes para llamar su atención, de manos de Finito de Córdoba. Serrano, una vez lo fijó, perfumó los rincones de las maderas que hacen ruedo con sus verónicas, ante las que poca fe dan las palabras, más vale verlas, y el torero lo sabe, rematando en artista, media de cincel y mármol. Justito se dejó ver en el caballo el de Fuente Ymbro, sin acometer con mucho celo y transmitiendo poco más allá de su falta de fuerzas y codicia. En banderillas no lo ponía fácil, dejando medias arrancadas en las distancias más cortas. Pidió el público la devolución durante el tercio, petición no atendida por el usía, que sacó pañuelo blanco al término del mismo, el de Córdoba muleta ya en mano. Lo esperó con algodones en las yemas, despaciosidad y alivio para no turbar las embestidas en la debilidad de su oponente. Bien lo buscaba desde la sombra Finito, que a base de no perderle la fe le sacó muletazos de su puño y letra, tal y como es. Escarbaba el animal, que se las traía callando. Si se le sabía hacer, dejaba retazos de cadencia. Pero no era ni mucho menos para triunfar. Artista y técnico estuvo el diestro en una faena de fotos sueltas, de gotitas de agua. Le colocó como pudo un pinchazo hondo y agarrado, tendido, que abriría comitiva a tres marras y el acierto final con el descabello. Silencio.

 

Hacia la cubierta de la antigua Chata apuntaban los serios pitones del negro segundo de la tarde, serio, hondo. Repitió en la tela de David Fandila “El Fandi”, que pudo brillar entre los desafiantes marfiles, sonando por verónicas y chicuelinas. Un puyazo en el sitio, justo y necesario se llevó el toro, que a lo que salió se encontró con el capote del granadino, que volvió a lancearlo en un quite por chicuelinas de la casa, a compás abierto, el mentón hundido. Y con los palos en las manos, como acostumbra, sabe, y manda, se hizo con las retinas de quienes le observaban. Como quien se pasea por una playa sin más agua que las que te puedan cantar, se convirtió en un niño por tres pares tres, que puso como si nada, dos al largo sesgo, desde los adentros, para acabar con la suerte del violín ahora lindando con tablas, metamorfoseándose en el oficioso y sabio luthier. Tras la resaca palmosa, se fue a por la franela, brindando al público. El toro se mostraba ahora más escaso de fondo y transmisión, ya que se apelmazaba ante el cite de la pañosa. Buscando lo inexplorado, el diestro de Granada poco más que recursos pudo apañar para encontrarse en el astado, que mostraba embestidas dispares, desde algunas de gran clase hasta otras a media altura, pasando también por pararse en algunos casos. Insistió e insistió Fandila, que no pudo lucirse en el tercio de muerte. Dos pinchazos y una estocada que rodó al toro sirvieron para finiquitar su labor. Silencio.

 

Enmorrillado, de serios sables y amplia badana tercer toro de negra capa. Disperso en inicios, terminó por repetir en el capote de Daniel Luque, que lo buscó, siendo a veces el toro brusco en embestidas, sin proponer muchas más luces posibles que una buena media. Se fue, bravo, al peto, levantando de manos al equino de ojos vendados, mientras se le propinaba un buen y pulseado puyazo. Con complicaciones por los apretones que pegaba, fue lidiado y pareado por la cuadrilla de Luque con gran mérito, tres buenos pares que desmonteraron a Raúl Caricol, que puso dos de ellos. Genuflexo decidió partir su viaje el matador de Gerena, teniendo que mantenerse firme ante ralentís y arreones en las vueltas del toro. Como si otro mundo pisaran ahora sus pies, Daniel Luque lo metió a caricia limpia en su jurisdicción, muleta en la mano izquierda, al sur de las musas, muy despacio, vertical. Pareciese que el astado tuviera dos personalidades que se entremezclasen entre sí: una de fiero y antiguo, que quita más que da, y otra, encarnando las manecillas de un reloj antiguo también, eterno más bien, o al menos así lo vi en las manos del espada. Parecían las puertas del destino las ramas de cuarzo del astado, en la derecha lo fiero, en la izquierda las nubes. Y por la de en medio entró Luque, con la verdad por bandera. Cruzando, dándose y dándole a los Cielos. El acero se enterró algo contrario, lo que tardó en abrirle las puertas al toro, precisando cruceta, pinchando repetidamente al no encontrarle la cerradura. En el roto tránsito, un aviso sonó antes de morir finalmente al animal. Palmas al exigente y bravo toro y ovación con saludos, oro de ley, para el espada, que hubiera sido premiado de no ser por su mal augurio con el estoque.

 

Buenas defensas tenía también el cuarto de la tarde, carbón como sus hermanos. Repetía apretando el toro, ante lo que no perdió hilo Finito de Córdoba con su capote. Poco tardó en irse hacia el caballo, ante el que peleó con fuerza, echando la cara de abajo a arriba, repartiendo leña para un horno. Pocos instantes tras de sacarlo de suertes la cuadrilla, no se mostró ni mucho menos conforme el morlaco, que volvió a por más al caballo, arreando con rabia de nuevo, metiendo ahora la cara más baja. No fue fácil de parear a pesar de una muy buena lidia. Queriendo ordenarlo, Finito de Córdoba se presenció con la muleta en los terrenos próximos al animal. No quería ni media el de los pitones, que defendía a puñetazos su parcela. No lo vio el matador, que abrevió tras pasarlo por ambos pitones con poco éxito. Fue una ardua y alargada labor de colocación, en la que sudó sangre. El  toro no hacía más que salirse de la suerte y escarbar, y el diestro clavó pinchazo hondo hasta en tres ocasiones, agarrado el último, permitiendo el descabello tras escuchar un aviso, que se hizo presencia en el segundo intento, recibiendo pitos y palmas de tango por la mala papeleta que tragó con los aceros. Irónicas palmas despidieron al toro en su arrastre.

 

Castaño lucía el pelaje del fino y cuajado quinto, que fue recibido por El Fandi con una larga cambiada, tras la que intentó el toreo a la verónica, acometiendo con recelo agobiante el astado. Buen puyazo recibió, en el sitio, ante su embestida ladeada que complicaba el hacer. Inventó un quite por Navarras el torero de la última Taifa. Y como no podía ser de otra forma, trayendo esencias de tiempos cañís bajo los sones del Gato Montés rebosó de eco los tendidos. Mismo modus operandi: dos pares de largo, al sesgo, apoyado el segundo en los estribos, a violín el tercero. Sabían las manos y los pies que se trataba de una manufactura trabajosa, de intentar meter en verea, buscando someter los gatillazos del raspante toro de pelos marrones. Malo, atravesado y bajo colocó un pinchazo hondo que rápido sacó para decirle hasta nunca con el descabello, a la primera. Silencio.

 

Genuflexo en inicios, posterior lanceo con algún que otro atragantón fue el saludo capotero que el negro sexto de la tarde recibió de manos de Daniel Luque. Dos puyazos en los que llegó con celo tras dos buenas medias para colocar de Luque recibió, entre los cuales clavó pitones en tierra volteándose a sí mismo, sin aparente lesión. Buen tercio de palos se dio, en cuyo discurrir rompió el toro el capote que lo bregaba, embistiendo por bajo y fuerte. Brindis al público del diestro, a lo que sucedió un inicio de rodilla flexionada en el que se encontró al toro, derramando azabaches en su andar y mandar. Sometiendo al toro, que exigía a la par que transmitía, de nuevo arte y poder se daban la mano en la obra que la muleta trazaba sobre los alberos de Carabanchel. Se calentaba el toro a ratos, cual brasa, solucionada a calada lenta y suave en lo que sigue ardiente entre los dedos. Ritmo, vuelos altos, poderío, para luego llegar con dulzura, sosiego y torería a las mieles de Tauro, dejando claro que el hombre no es sino una anécdota de sí mismo, que se hace con las riendas de su devenir a través de la confrontación, del cara a cara, con la inmensidad que se le planta ante los ojos del alma. Estoconazo que selló el ya proclamado triunfo por los tendidos, con los dos apéndices del bravo y de nuevo exigente toro que lento se iba arrastrado entre aplausos como amuleto del oráculo.

 

Variada tarde de toros hoy en Vistalegre, con un heterogéneo encierro, de muy seria presentación y presencia, de Fuente Ymbro, que, casi nulo de opciones en líneas generales, dejó un gran toro aplaudido en el arrastre de exigencia en el trato, que hizo 6º, y un 3º que también fue emocionante y transmisor en las manos que le trataron, con gran acierto. Se quedó escrito en la arena el nombre de Daniel Luque, que está en un momento de vértigo por sus alturas, por el saber estar y mandar ante los toros, que se fue a alma llena al hotel, en grande con sus dos toros, que le pidieron el carnet, el cual entregó con gusto. Fandi estuvo en Fandi, sacando todo lo que pudo de sus dos toros, con más opciones en su primero que en su segundo, parado y reculante, protagonizando momentos de gran brillo con las banderillas en ambos, cómo no. Se fue Finito de Córdoba con rocíos de luz en lo oscuro que le dejó su justito primero, y pasó un duro trago con el último de su lote, al que le costó dolores el encontrarle la muerte.

 

De pena la entrada de hoy, en torno a 600 personas. Rebosaba eco por la cubierta, menudo hubiera sido el panorama a techo descubierto. No queda más que dar la cara en cuanto corresponda, cada uno con su cruz. Si algo queda claro, es que, la retransmisión de las corridas por televisión está teniendo éxito, pero no así se está viendo el papel, que abunda en los cajones de las taquillas de un Palacio, frente a plazas de supuesta menor importancia, que rebosan, pero de gente, porque hay ganas de toros. Que no nos duela por encima del placer que es ver a un grandísimo momento de un torero como es ahora mismo el de Daniel Luque. Porque:

 

El papel se diluye,

La pañosa es eterna,

Salgan de la caverna

Que el tener nos destruye.

 

RESEÑA
Martes, 18 de mayo de 2021. Plaza de Toros del Palacio Vistalegre (Madrid). 6 Toros 6, de Fuente Ymbro para Juan Serrano “Finito de Córdoba”, David Fandila “El Fandi” y Daniel Luque.

Finito de Córdoba, de maquillaje viejo y azabache, silencio y pitos tras aviso; David Fandila «El Fandi», de nazareno y oro, silencio en ambos, y Daniel Luque, de grana y azabache, ovación con saludos tras aviso y dos orejas.

Incidencias: al término del paseíllo, sonaron los compases del Himno Nacional. Se desmonteró Raúl Caricol tras banderillear al tercer toro de la tarde.

 

Ricardo Pineda

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