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Daniel Luque, a gorrazos en un campo de minas

El sitio, capacidad y valor de Daniel Luque brillan con un áspero lote de una seria y variada victorinada. La espada le priva de la salida a hombros en una tarde en la que Ferrera y Román se marchan de vacío.

La corrida de Victorino Martín, seria, armada hasta los dientes, cinqueña y con romana, sirvió para tres cosas. La primera, constatar que Daniel Luque es un torero en sazón que hay que poner en todas las ferias si eres empresario con cierto gusto y criterio. Y al que hay que seguir ineludiblemente como aficionado. En realidad no es nada nuevo, pero conviene recordarlo. El sevillano anduvo a gorrazos con un lote que era de pocas alegrías en otras manos, toreó como los ángeles cuando sus toros permitieron el mínimo resquicio y se arrimó como un tejón en una demostración de poder apabullante. Tarde de madurez plena la suya. La segunda, que urge poner criterio y sentido común a una banda de música que carece de lo primero. Ni lo del maestro Tejera, ni esto, vaya. Y la tercera, pero no por ello menos importante: la necesidad del toro en una plaza de primera como esta. La gente respondió a su reclamo pese al frío y conviene no decepcionarla a partir del próximo jueves.

La tarde tuvo interés dentro de su, otra vez, excesivo metraje. Empujó el sobrero ‘Milanés’ que hizo segundo con todo su aparato y 615 kilos a cuestas. Alto como una catedral y la seriedad de las cinco hierbas de Albaserrada en la mirada. Tardo en banderillas, llegó probón e incierto a la muleta de un Daniel Luque que estuvo soberbio con él. Asentó las zapatillas allí donde el suelo quema para sacarle una faena que sólo él vio, hasta convertirse en amo y señor de una embestida que se quedaba en la misma cadera. El valor sereno para torear cruzando la raya. Estoconazo hasta las cintas y oreja de ley. Para que todo no fuera un combate, al inválido titular que volvió a corrales le endilgó un recibo por delantales y una media que fueron pura armonía.

El sitio y gran momento que atraviesa el de Gerena volvieron a quedar patentes en el quinto, otro victorino tobillero y de media arrancada. Luque, siempre bien colocado, se empeñó en torearlo como si fuera bueno. Y de ese modo le arrancó varios naturales que tuvieron una importancia enorme. El arrimón posterior, a carta cabal, fue de los que están al alcance de pocos; y todo, con el mérito añadido de calentar una nevera que era en lo que se había convertido en ese momento la plaza y el de acariciar una puerta grande sin que suene la música en ninguna de las dos faenas. No por el criterio de la banda, que conste, que se arrancó a destiempo en dos ocasiones. Algo así como un paseo militar en un campo de minas. Poco importaba ya a esas alturas el pinchazo y la media que no bastó y que le privó de la foto a hombros.

Para que no faltara de nada, unos energúmenos liándose a mamporros en el tendido de sol interrumpieron el tercio de varas del tercero. Otro tío con toda la barba. La vuelta del pitón y las puntas mirando a un cielo que de momento no descarga agua, pese a los agoreros. La plaza, volcada en el brindis de Román, que tardó en atemperar su franela frente a un toro que demandaba suavidad. La aplicó de mitad de faena en adelante y ‘Matacanes’, así se llamaba el funo, respondió con una enclasada embestida sin acabar de humillar. Con el trofeo ganado, la espada, qué dolor de muelas la espada para el valenciano, lo echó todo al traste.

Recibió animoso de capa al sexto, un toro encastado, con las dificultades que eso conlleva en los animales de esta casa. Lo brindó a Eloy Cavazos, el menudo pero valiente matador azteca, presente en una contrabarrera de sombra. Requería más oficio que pundonor y Román posee más de lo segundo que de lo primero, por lo que el capítulo final de la tarde fue una desazón para los paisanos del torero, que volvió a marrar a espadas.

Sí humilló el cuarto, que fue el de mejor estilo del envío. El peculiar capote de Antonio Ferrera, sin apenas apresto y de un color tan extravagante como poco habitual, voló con variado brillo en el recibo y al quitar el toro del caballo. Saludó la cuadrilla al completo tras un emotivo tercio y la faena tuvo por momentos el peculiar sello del extremeño, especialmente en el toreo al natural. Sin embargo, fue coger la diestra y quedarse todo en prácticamente nada. Como el azucarillo que se disuelve en el café caliente y reparador en Los Toneles al salir de la plaza, donde todos hablaban ya de la seria tarde de toros que había echado Luque. El primero, serio como un entierro, fue una prenda. Ferrera lo macheteó con torería tras un brindis al público que me atrevería a decir que sólo entendió él.

RESEÑA

Domingo, 13 de marzo de 2022. Plaza de toros de Valencia. Segunda de la feria de Fallas. Toros de Victorino Martín, el 2º como sobrero tras devolverse por inválido el titular, cinqueños en su totalidad, muy bien presentados, serios y con romana, de variado juego. Destacaron el humillador 4º, el buen 3º y el encastado 6º. Duro pero importante el 2º. Antonio Ferrera, silencio tras aviso en ambos; Daniel Luque, oreja tras aviso y ovación con saludos tras aviso; Román, ovación con saludos tras dos avisos y silencio tras dos avisos.

Incidencias: Más de media plaza en tarde ventosa y fría. Tras romperse el paseíllo, se hizo entrega de una placa a Vicente Nogueroles, Presidente de la Federación de Peñas de Bous al Carrer, en reconocimiento a su tarea al frente de la entidad durante los últimos años. Se desmonteraron Javier Valdeoro, José Chacón y Fernando Sánchez tras el tercio de banderillas al cuarto.

Imagen: @plazadevalencia

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