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Cuarenta años de la consagración de Victorino Martín en Las Ventas

Corría el año de 1982, tiempo marcado en España por la celebración del primer y único Mundial de Fútbol celebrado en nuestro país, cuando en la Plaza de Toros de Las Ventas, en el transcurso de un puñado de días, ocurría dos momentos históricos que encumbrarían a Victorino Martín al olimpo ganadero: la lidia de la denominada “Corrida del Siglo”, con los tres toreros y el ganadero a hombros y un hecho hasta entonces insólito y que no se ha vuelto a repetir, el indulto de un toro en Madrid, “Velador”.

 

El toro “Velador”, indultado por José Ortega Cano en 1982

 

“LA CORRIDA DEL SIGLO”

Podríamos considerar el año de 1982 como uno de los más importantes en la ganadería de Victorino Martin y la consagración definitiva en la Plaza de Toros más importante del mundo: Las Ventas. Al gran número de toros extraordinarios lidiados durante la temporada, se le sumó una de las tardes más vibrantes que se recuerdan en la capital y es que, sin miedo a equivocarse, los críticos calificaron el encierro que lidió ese año la ganadería en Madrid como “La Corrida del siglo”. Sí, del siglo, porque los tres toreros que actuaron en el cartel, Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, además del ganadero, el recordado Victorino Martín Andrés, salieron a hombros esa tarde.

Un encastado encierro al que se le cortaron un total de seis orejas y que fue televisado por la cadena pública española con los comentarios de Matías Prats. Como no sería la tarde cuando tres de los futbolistas más importantes de la selección, Juanito, Gordillo y Camacho, le solicitaron por escrito a la ministra de Cultura, por aquel entonces Soledad Becerril, que la repitieran otra tarde en diferido (al final, se llegó a repetir hasta en dos ocasiones).

Con el triunfo y el recuerdo aún fresco en los aficionados y el buen juego demostrado también en la Corrida de Beneficencia, el periodista Vicente Zabala padre, cerraba los últimos flecos para la organización de la tradicional Corrida de la Prensa, en formato de concurso de ganaderías y en la que, como era de esperar, se iba a contar con un toro de la A coronada.

 

Los tres espadas, acompañados por ganadero y mayoral de Victorino, en clamorosa vuelta al ruedo en el coso venteño (1 de junio de 1982)

 

19 DE JULIO DE 1982: HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA

En las octavillas de publicidad de la corrida, repartidas por todo Madrid, se anunciaba el toro escogido: “Belador” (por un error tipográfico, el toro se anunció con B en vez de con V), ejemplar cárdeno, herrado con el número 121 y de 520 kilos de peso, que de recién nacido había sido aborrecido por su madre y tuvo que ser amamantado por una vaca lechera.

Con el cartel de “no hay billetes” y con Doña María de las Mercedes presidiendo en el palco regio, saltó al ruedo el citado toro de Victorino, que mostró una entrega excepcional en varas (tomó tres) y en banderillas y que se mostró superior en la muleta del torero José Ortega Cano. Tras las faenas, el delirio, ya que, a la hora de entrar a matar, el público siempre sabio, comenzó a solicitar a la presidencia el indulto del animal. Indulto, que por aquel entonces y con el reglamento en la mano, únicamente podía producirse en este tipo de corridas concurso y que el presidente finalmente terminó por conceder.

Simulando la suerte suprema con una banderilla, saltaron al ruedo los cabestros para devolver el animal a corrales y se presenció, para deleite del público, un nuevo espectáculo, ya que el toro no cesaba en su empeño de embestir y no había forma de que fuera en busca de la preciada libertad. Cabestros, banderilleros y hasta un perro fueron necesarios para que, después de casi dos horas, el toro ya histórico se encaminara de vuelta a la puerta de toriles, terminando el festejo cerca de la medianoche.

El toro en su salida al ruedo

 

LA NUEVA VIDA DE “VELADOR”

Tras ser curado en una finca madrileña, Velador volvió al campo, donde, pasó a ejercer como uno de los sementales de la ganadería hasta su muerte, de forma natural, a los 13 años de edad.

Hasta siete camadas de machos y hembras, sobre un lote de cuarenta reproductoras cada año -es decir, unas trescientas reses-, llevaron directamente la huella genética de este célebre toro, que, incluso, se dejaba acariciar a campo abierto.

Hoy, lo podemos ver disecado en la finca «Las Tiesas». Ojalá, esta ganadería legendaria, siga ofreciendo durante muchos años tardes memorables y toros que sean recordados con el paso de los años.

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