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Cortó oreja Juan Pedro Llaguno en la tarde de su alternativa

Se lidió un encierro de Xajay, ganadería de prosapia en el campo bravo mexicano, pero que no tuvo una buena tarde. Sólo dos de los toros embistieron, el cuarto con calidad y el sexto con emotividad

Una agradable tarde resplandecía en la Ciudad de México, y en el tendido de la plaza de toros el bullicio era inquietante al recibir a tres toreros triunfadores del serial de reapertura del gran coso.

Sin embargo, la entrada resultó discreta para lo que se esperaba, serían unas 10,000 personas en las localidades.

Se lidió un encierro de Xajay, ganadería de prosapia en el campo bravo mexicano, pero que ayer no tuvo una buena tarde. Sólo dos de los toros embistieron, el cuarto con calidad y el sexto con emotividad.

Abrió plaza Juan Pedro Llaguno ya que recibía la alternativa. Y se mostró decidido pero opaco con el capote, aunque muy eficaz y lucidor en banderillas. Tras la ceremonia en que le cedió muleta y estoque el maestro Ferrera, inició el joven matador de toros doblándose con excelsitud. Muy empeñoso se mostró, dejando sobria la muleta en la cara del astado pero éste no acababa de entregarse. Insistió el toricantano y se mostró  muy por encima de las condiciones del burel. Asestó una estocada entera pero el toro se amorcilló y tuvo que recurrir al descabello hasta escuchar un aviso.

Al sexto de la lidia lo fue recogiendo con su capote bien recortadito para luego ejecutar un quite por chicuelinas. En banderillas se creció el hombre ejecutando el tercio con reciedumbre y espectacularidad. Ya con la muleta se mostró decidido y mandón ante un astado emotivo y fiero pero que revolvía pronto, en muy corto terreno. Pero Juan Pedro se mostraba bien puesto sobre las zapatillas, valiente y con oficio, dejando al toro estar a su aire, permitiéndole mostrar su bravura.  Fue una faena derechista, sí, toda ella con la mano diestra. Fue así levantando la faena pero en un instante parecía que se le podía caer y entonces echó rodillas a tierra y así de hinojos, le endilgó tres manoletinas al astado. Se perfiló a matar dejando una estocada un poco tendida pero el ánimo del público ya estaba con él y le fue concedida una oreja alzándose como el triunfador de la corrida.

Antonio Ferrera, bien querido por el público capitalino, recogió a su primero con mandiles de gran calidad y sentimiento. Inició su faena de muleta llevando al toro al centro del ruedo y ahí le fue enseñando el recorrido. El astado aprendió el camino pero era poco emotivo. Y le instrumentó muletazos de gran calidad por ambos lados, pero el impávido toro no transmitía al tendido. Mató de pinchazo, estocada y descabello para escuchar aplausos de los aficionados.

Con el cuarto de la tarde se abrió a la verónica caminándole al toro del tercio hacia los medios, para instrumentarle después un auténtico quite al caballo caído con el capote en la espalda sacando del baúl de los recuerdos el “quite de oro”. Tomó las banderillas e invitó a Llaguno para colocar el tercio. Soberbió estuvo Ferrera y Juan Pedro no desentonó. El toro resultó de buen estilo y el torero se inspiró en tandas de muletazos que van creciendo en etapas artísticas hasta haber trazado un natural de antología. Y en esa tesitura se dio a torear en redondo por ambos lados, de frente y en dosantinas para que el publicó reaccionará con gran entusiasmo. Un pinchazo le impide cortar la oreja, pero luego una buena estocada le vale para salir al tercio a  agradecer la gran ovación a pesar del aviso que le sonó la autoridad.

Juan Pablo Sánchez tuvo una tarde complicada. Con su primero se enfrentó al desánimo y enojo de la afición por la escasa presencia del toro que apareció en el ruedo. En medio de una tormenta de improperios impuso su autoridad de buen lidiador y hasta llegó a dibujar muletazos con arte. Pero el público no estaba para fiestas y después de los olés le tributaban silbatinas y reclamos. No le quedó más que tirarse a matar y después de pinchazo y estocada escuchó división de opiniones.

Al quinto había poco que hacerle. Aun así intentó sacar agua de una piedra, exponiéndose ante un toro que no tenía un pase. Concienzudo, tenaz, pero imposible lograr un trasteo que conmoviera por la calamidad de astado que le correspondió. Mató de estocada y dos descabellos para escuchar aplausos.

José Luis Ornelas

Imagen | Plaza México

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