Era una tarde de reencuentros. ‘Buenas tardes, ¿qué tal el invierno?’, ‘¡Hombre! No te vi en Valdemorillo, tampoco en Vistalegre, ¿no te animaste?’, ‘¿Has renovado los abonos?’. Preguntas y más preguntas se agolpaban entre abrazos y besos en los aledaños de Las Ventas. Igual en los tendidos, repletos, por cierto, de muchísimo público joven en este inicio de la temporada. También nos reencontramos con Fuente Ymbro, que lidió casi una decena de veces el año pasado en Madrid. De ese reencuentro, conviene pasar página. Una ‘escalera’, la novillada. Mal presentada y muy desigual por fuera, tampoco mejoró por dentro. Infumable. Sólo la codicia del castaño quinto en una tarde ventosa, muy ventosa, en la que Mario Navas dio una vuelta al ruedo. Se presentaba el joven torero castellano y gustó. Se le pidió la oreja en el tercero, pero convenció y la mereció más en el sexto, al que pinchó. Álvaro Alarcón, volteado en los dos primeros novillos, dejó además fogonazos de ese buen proyecto de torero que tomará la alternativa en San Isidro en tarde de reventón. El francés Yon Lamothe, por último, mostró que con la tizona es un cañón.
El tercero fue novillo despegado de tierra, largo y no muy apretado de carnes, que Mario Navas recibió en el tercio a la verónica. Manseó en los primeros tercios y marcó con descaro las querencias, complicando lo suyo la lidia a los toreros de plata. Navas comenzó por bajo en los terrenos de sol el trasteo. Tuvo que ser allí. Junto a la puerta de cuadrillas, en paralelo siempre a tablas, y con el toro atrincherado sin salir nunca más allá de las dos rayas. Logró así cuatro o cinco naturales largos y de excelente trazo, de uno en uno, eso sí, porque el novillo, aunque humilló, se lo pensó siempre. No tuvieron esa misma dimensión las tandas posteriores, salvo el epílogo, de nuevo, al natural, a pies juntos. Vendiendo mucho cada cite, con pureza y hondura. Se volcó sobre el morrillo y la estocada, algo perpendicular, fue efectiva. Asomaron los pañuelos, pero el palco, con buen criterio, no concedió el trofeo. La vuelta al ruedo, premio suficiente.
De mucha más entidad y remate que los cinco anteriores, también el de mayor peso, fue el castaño, estrecho de sienes, que cerró plaza. Repitió de salida, sin emplearse, en los lances de capa de Mario Navas. Brindó al respetable y, luego, comenzó con torerísimos doblones. Llenos de empaque y mando. Pese a ello, el de Fuente Ymbro siguió sin descolgar en las telas. Navas, inteligente, supo ayudarle a romper y, a media altura, logró ligarle las series con cierto temple y mucho gusto, especialmente, por el pitón derecho. Las dos tandas finales, de rodilla genuflexa, una delicia. Se fue detrás de la espada con fe y enterró el acero hasta la empuñadura, pero, algo suelto, necesitó de tres golpes de cruceta. La opción de premio, esta vez más real, quedó desvanecida en una ovación desde el tercio.
Con mucho sabor, añejos, fueron los lances rodilla en tierra con los que Álvaro Alarcón recibió al segundo, que tomó el percal con codicia, aunque echó las manos por delante. Fue otro novillo alto de cruz, muy ensillado, aunque suelto de carnes y abierto de sienes. Derribó en el peto al primer encuentro y se dejó en banderillas. Alarcón, más por disposición que por la condición del novillo, que embistió a arreones y topando, brindó al público. Comenzó con torería por bajo y pudo robarle algún muletazo estimable de buen trazo. Con gusto, sobre todo, los remates. Al incesante vendaval, se unió que fue desarrollando cada vez a peor el novillo, defendiéndose más, con más genio, el de Torrijos, nunca volvió la cara, pese esas complicaciones. Recibió otra voltereta al entrar a matar en el primer intento. Se le vio visiblemente aturdido, pero volvió a la cara para ‘despenarlo’ con habilidad y pasó a la enfermería.
Muy escurrido y lavado de cara, impropio de esta plaza, pese a la amplitud y desarrollo de sus pitones, el quinto no gustó nada al respetable. Muy criticado, no le echaron cuentas a Alarcón que dibujó con una suavidad pasmosa, a cámara lenta, un ramillete de verónicas excelente. Fue el mejor toreo de capa de la tarde. Se arrancó como una centella, cortando el viaje, en banderillas, y, luego, los ‘talibanes’ de siempre no le dejaron brindar al cielo en los medios, por lo que Alarcón tuvo que hacerlo desde el tercio.
Fue una labor de largo metraje, llena de reposo y armonía, estuvo ceremonioso el toledano, cuidando la puesta en escena, desde el comienzo por bajo en el que dejó un trincherazo de cartel. Fue un animal codicioso, repetidor, que humilló más que sus hermanos, si bien le costaba irse de los vuelos, lo cual, unido al viento, convirtió la faena en una quimera. Pese a ello, Alarcón logró cogerle el pulso a su embestida en algunas fases del trasteo y, cuando lo hizo -en una tanda por cada pitón- dejó muletazos de muy buen porte. Lo mató de dos pinchazos y estocada.
Rompió plaza un novillo bastito de hechuras y despegado del suelo, sin terminar de llenar, que abría cara, amplio de sienes, tocadito de pitones, con el que Yon Lamothe no pudo lucirse con el percal. Cumplió en la primera vara, tras la que se pegó un ‘volatín’. Prendió a Alarcón, molestado por el viento, en un ceñido quite con el capote a la espada por gaoneras, si bien, por fortuna, el pitón no encontró carne. Luego, tras un inicio por doblones, el francés planteó en la faena en el tercio, basándola en la mano derecha, con el viento haciendo de las suyas de nuevo. Hubo ligazón, pero no brillantez, también porque el de Fuente Ymbro, aunque se movió le faltó entrega. Lo mejor, la estocada, en lo alto y fulminante.
Estrecho de sienes, muy montado como todos sus hermanos, largo y sin terminar de llenar, el cuarto se venció una barbaridad por el pitón derecho en los lances de recibo de Lamothe, apretando cada vez más para dentro. Derribó en el primer paso por el peto y se dejó pegar en el segundo. Echó la cara arriba en banderillas. Fue un novillo áspero, que soltó mucho la cara y no tuvo entrega alguna en la franela del novillero galo, que planteó la faena junto al ‘5’ buscando cobijarse de la furia de Eolo. Ahí, logró arañarle varias tandas, pero el conjunto nunca tomó vuelo. Muy deslucido el pupilo de Gallardo. De nuevo, la espada fue un cañón. Sin puntilla en cuestión de segundos.
Plaza de toros de Las Ventas, en Madrid. Novillada de inicio de temporada. Alrededor de media entrada. Novillos de Fuente Ymbro, desiguales de presentación, una ‘escalera’, algunos impropios de la primera plaza del mundo. El 1º, movilidad sin entrega; el 2º, complicado, desarrolló a peor, defendiéndose y embistiendo a arreones; el 3º, mansurrón, marcó mucho las querencias, aunque humilló, sobre todo, por el izquierdo; el 4º, muy deslucido soltando la cara y sin entrega; el 5º, con movilidad, fue el que más quiso coger los engaños por abajo, pero le faltó mayor duración; y el 6º, con movilidad, repitió con transmisión, aunque le faltó entrega.
Yon Lamothe (de azul noche y oro), silencio y silencio en ambos.
Álvaro Alarcón (de verde oliva y oro), silencio tras aviso en cada uno de su lote.
Mario Navas (de azul azafata y oro), que se presentó en Madrid, vuelta al ruedo y ovación con aviso.