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Manzanares, debut de Puerta Grande en Colmenar Viejo, con una deslucida corrida de Algarra

Resultaba chocante ver a José María Manzanares, al que contemplan ya casi 20 años de alternativa -19, concretamente-, hacer el paseíllo desmonterado en una plaza de toros y una feria como la de Colmenar Viejo, parada habitual de las figuras año tras año. Pues bien, el alicantino debutó y abrió la Puerta Grande -tibia, todo hay que decirlo- este martes en La Corredera. Paseó un trofeo de cada uno de su lote, el más potable, de una corrida de Luis Algarra a la que, sobre todo, faltó raza. Daniel Luque, tras su faenón del día anterior, entró por Roca Rey y volvió a dejar un toreo primoroso con el capote, tanto en el recibo como en el quite, al tercero, del que cortó una oreja. Para Urdiales, con el peor lote, fue una utopía repetir su extraordinaria faena del año pasado en este mismo escenario.

Vareado y sin llenar, despegado de tierra y con cuello, el segundo repitió con ritmo en el capote de Manzanares, que pudo hilvanar templadas verónicas. Se empleó en los dos puyazos, largos, que recibió. Fue un animal manejable, que tuvo bondad y recorrido, algo que aprovechó Manzanares en un trasteo con altibajos. Destacó una tanda en redondo, más maciza y de bella factura. Lo mató de estocada desprendida y paseó una oreja del toro de su debut en La Corredera.

El quinto fue un toro bastito y con caja, que enseñaba las puntas. Permitió buenos lances de Manzanares a la verónica en el tercio. Animal endeble, se le protestó lo suyo, pero pasó el corte. El alicantino trató de afianzarlo sin apretarlo, pero aún así, claudicó en varias ocasiones. Quiso más que pudo el de Algarra, que tomaba por abajo y humillado la franela, con nobleza, pero a partir del cuarto, era una quimera que no perdiera las manos. Manzanares, que siempre le aliviaba en el final del muletazo, logró, pese a todo, sacar muletazos con empaque y buen trazo. A pesar de que la estocada corta quedó defectuosa -trasera, tendida y caída-, paseó una oreja. Puerta Grande.

Bajo y de lomo recto, el tercero abría más la cara y Daniel Luque repitió el impactante y excelso saludo del día anterior: atornilló las zapatillas y, a pies juntos, lanceó una y otra vez al de Algarra, sin mover un milímetro los pies. Abrió el compás para coserle un largo y cadencioso ramillete de verónicas, que continuó con chicuelinas de mano baja enroscándose al toro y la media, superior. Inmenso de nuevo. Se dejó en varas el toro y se desplazó en banderillas, aunque se atisbó que no le sobraba poder. Luque brindó al público y comenzó torerísimo, de nuevo a pies juntos, pasando al toro por alto, sin apretarlo, hasta pegarle media docena de trincherillas. De cartel, con un sabor y gusto exquisito. Largo, el de pecho, de pitón a rabo. Pero el toro acusó la exigencia de esos muletazos y no resistió mucho más. Incluso se echó al final de una tanda. Luque no se aburrió y optó por acortar las distancias, para así, entre los pitones, y citando con la muleta algo retrasada, aprovechar las medias embestidas que pudo robarle. Tras una buena estocada, se le concedió un trofeo.

Basto, grande y largo, con alzada, el ensillado sexto, agradable para el torero, embistió sin clase en el saludo de Luque, que no se pudo estirar. Engallado, después del paso por el caballo, nunca descolgó el toro en la muleta del matador de Gerena. Trató de conseguirlo a base de toques secos y mando, pero el animal, aunque obediente, siempre salió con la cara por las nubes e, incluso, en ocasiones, lanzando un molesto “tornillazo”. Contrariado, Luque acabó por desistir. Lo “despenó” de estocada y descabello.

Rompió plaza un toro serio y bien hecho, que abría la cara, de Luis Algarra, que echó las manos por delante en el recibo de capa de Urdiales. Marcó querencias y tuvo siempre embestidas defensivas desde el paso por el caballo, pues andaba medido de motor. Urdiales trató de ayudarlo a romper en la muleta, pero el astado, algo pegajoso en las telas, tendió siempre a soltar la cara en sus medias arrancadas. Por ello, no hubo opción alguna de lucimiento. Lo mató de estocada corta desprendida, silencio.

Estrecho de sienes y astifino, largo y con cuajo, toro fuerte, el cuarto fue un entipado burraco que no se empleó en el capote de Urdiales de salida. Toro deslucido, que nunca descolgó en los primeros tercios, embistiendo siempre a arreones. Urdiales trató de descifrar sus embestidas, muy irregulares, en un trasteo basado en la mano derecha. Pese a su falta de ritmo, le cogió el sitio y pudo acoplarse en una tanda con esa mano mediada la faena, provocándole la embestida y perdiéndole pasos. Pero no hubo continuidad en las series posteriores. Estocada desprendida casi entera y ovación.

 

RESEÑA

hierro luis algarra

Plaza de toros de La Corredera, en Colmenar Viejo (Madrid)España. Cuarta de la Feria de la Virgen del Remedio. Dos tercios de entrada. Toros de Luis Algarra, de correcta presentación. El 1º, aquerenciado y pegajoso, soltó mucho la cara; el 2º, manejable, noble y con recorrido, le faltó poder; el 3º, desrazado y sin poder, duró poco en el último tercio; el 4º, sin ritmo y a arreones, de embestidas irregulares; el 5º, blando, quiso más que pudo; y el 6º, basto y con romana, deslucido, nunca humilló.

Diego Urdiales (de sangre de toro y azabache), silencio y ovación.

José María Manzanares (de sangre de toro y oro), oreja y oreja tras aviso.

Daniel Luque (de verde botella y azabache), oreja y silencio.

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