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Emilio de Justo, en hombros en el cierre de Cañaveralejo

Lejos de la histórica tarde de hace un año, el encierro de Las Ventas del Espíritu Santo que cerró esta tarde la Feria del Señor de los Cristales, en Cali (Colombia), obligó a Luis Bolívar y Emilio de Justo a emplearse a fondo. Se tuvieron que fajar para sacar las virtudes que tuvieron los toros y tapar, en la medida de lo posible, sus defectos. Inteligentes y con las ideas claras, colombiano y español estuvieron muy centrados toda la tarde. Emilio de Justo salió en hombros tras desorejar al sexto en una faena redonda y completa, mientras que Luis Bolívar no pudo acompañarle por el manejo del acero en el quinto, del que paseó un trofeo.

Salvó la tarde el sexto, el ejemplar con más alegría y obediencia de todo el encierro del maestro César Rincón. Aunque es cierto que le faltó un punto más de casta y empuje que le diera transmisión a todo, De Justo lo entendió rápido. Supo ver que el animal iba a obeceder con bondad y se fue a los medios con él. Allí, no dejó que parara el trasteo, fluyendo siempre, porque en cuanto ligaba tres muletazos la intensidad de su labor llegaba mucho al tendido. El cacereño buscó tandas de seis, siete muletazos, que prendieran la mecha, porque el animal respondía con calidad, aunque le faltara mayor emotividad. Lo mató bien y la gente, deseosa de que pasaran cosas toda la tarde, pidió con fuerza el doble premio hasta concederlos.

 

Bien presentado y con fondo, el segundo tuvo un punto más de fuerza que el que rompió plaza, aunque, muy medido, Emilio de Justo hizo unos lances de recibo a favor del animal. Lo administró durante los primeros tercios de la lidia y también en el primer tramo de faena, en las que hubo dos, tres, tandas a media altura sin apretarlo. Series de siete muletazos en las que el toro acababa perdiendo las manos en el remate. Pareció afianzarse el toro, pero a la salida del pase de pecho de esa tercera tanda, cayó mal el burel y tardó en recuperarse. Por ello, el cacereño sólo pudo obligarlo por abajo en las dos últimas tandas y no hubo opción de que la obra tomara vuelo. Lo mató al segundo intento y saludó una ovación.

En cuarto lugar, saltó un astado que se defendió con mal estilo desde que pisó el albero de Cañaveralejo. Ya en el capote se mostró remiso a pasar y en el caballo protagonizó una pelea muy deslucida, soltando mucho la cara y haciendo sonar el estribo, repuchándose incluso. Más de lo mismo, en la muleta de Emilio de Justo, que trató de someterlo, obligándole mucho por abajo, pero fue muy costoso. Así, optó por robarle los muletazos uno a uno, vendiendo mucho cada embroque, pero no hubo el colaborador adecuado y la faena nunca tomó vuelo.

El tercero salió con el freno de mano. Le costó romper a embestir y pareció siempre que le costaba pasar, a pesar de su fijeza. Por ello, requirió del mando de Luis Bolívar, que se había echado de rodillas en el recibo de capa y, luego, trató de empujarlo para que terminara cada muletazo. Volvió a ponerse de hinojos en el prólogo del trasteo y fue una faena, realizada al abrigo de las tablas, en la que siempre tuvo que atacar al toro, ganarle un paso entre cada muletazo y anticiparse en cada acción. Así logró ligarle las series y llegar al tendido. Lo mató de buen espadazo y cobró una oreja.

Rompió plaza un toro guapo y bien hecho, bajo, armónico, tocadito de pitones, rematado, que tuvo muy buen fondo, aunque estuvo lastrado por su poca fuerza, lo que condicionó toda su lidia por parte de Bolívar, que estuvo inteligente con él. Supo leer sus alturas y distancias para que se derrumbara el animal e incluso corrió a su cargo la lidia del animal en banderillas. Desde el inicio de faena, trató de afianzar el animal el caleño en una labor llena de suavidad. Ni un tirón. Así pudo en el tramo final exigirle una brizna más. Faena de ajuste basada en el pitón derecho, porque el viento le molestó al natural. La estocada, certera, animó a pedir los pañuelos, pero todo quedó en ovación.

Virtudes y defectos tuvo el quinto de la tarde. Un animal al que faltó recorrido y transmisión, algo que tuvo que poner Bolívar, pero que también contó con fijeza y que metió la cabeza en la muleta con cierta bondad, incluso, clase. El número uno del toreo colombiano no escatimó y quiso mucho desde que se abrió de capote. Trató de ahormar su condición y de entregarse delante de sus paisanos. Se echó de rodillas en busca de ese interés del público y siempre provocó y alegró sus embestidas con la voz. Mandón con la diestra, destacaron del conjunto naturales de muy buena factura. Era de premios, pero marró con el acero y todo quedó en silencio tras aviso.

RESEÑA

Plaza de toros de Cañaveralejo, en Cali (Colombia)Colombia. Última de la Feria de la Libertad. Un tercio de entrada. Toros de Las Ventas del Espíritu Santo, bien presentados, de largo, la mejor presentada de toda la feria. Los dos primeros, con buen fondo, pero sin fuerza; el tercero, con el freno de mano, le costó mucho pasar; el cuarto se defendió con mal estilo; más nobles y agradecidos, quinto y sexto, manejables, aunque les faltó transmisión..

Luis Bolívar (de catafalco y oro), ovación tras petición, oreja y silencio tras aviso.

Emilio de Justo (de tabaco y oro), ovación, silencio y dos orejas.

Incidencias: Como sobresaliente, actuó Juan Sebastián Hernández.

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