spot_img
spot_img

Talavante indulta un noble ‘Barba Azul’ de Juan Bernardo y De Justo hace gala de su poder en Cali

 

Alejandro Talavante volvió a sonreír con un toro de nobleza pastueña, que le permitió gustarse en su variado repertorio y que terminó indultando, mientras que Emilio de Justo tuvo que hacer gala de todo su poderoso dominio para hacerse con la voluntad del remiso y rajado segundo. Ambos salieron en hombros. Roca Rey tuvo el peor lote y ni regalando el sobrero tuvo posibilidades de triunfo.

Agradable por delante y de hechuras correctas, el cuarto, de nombre ‘Barba Azul’, fue indultado. El de Juan Bernardo Caicedo derrochó nobleza, pero también es cierto que se terminó rajando. Talavante, que se recreó con él, lo cuajó desde el vistoso inicio por faroles, que siguió después por verónicas desmayadas y una media tremenda. El quite, por saltilleras, muy templado. Brindó a Marco Pérez y se echó de rodillas para pasarlo dos veces por la espalda y después torearlo en redondo con la diestra. Antes de los pases de pecho, la plaza estaba ya loca con él.

Le faltó un punto más de casta, pero esa bondad del animal, permitió que el pacense se abandonara. Muy obediente, se vio feliz a Talavante, disfrutando con un animal que le permitió mostrar todo su vasto repertorio: arrucinas, molinetes, circulares… Hubo después dos series cumbre al natural -por ajuste, cercanía, profundidad…- momento en el que el animal se rajó. Fue por la espada y volvió a torear, ya, en sus terrenos hasta lograr el indulto.

Tras partirse una pezuña el que rompió plaza, saltó un sobrero del mismo hierro sin demasiada historia. Un burel retinto y astinegro, de 520 kilos, que desde que salió no paró de mostrar sus intenciones de buscar descaradamente la puerta de chiqueros. Con mal estilo y muy deslucido, fue un animal áspero, que nunca se fijó en los engaños. De nada sirvieron las tentativas de Talavante con el capote. Luego, intentó someterlo y fijarlo el extremeño, pero en el segundo muletazo se fue como una centella junto a la puerta de los corrales. Imposible siquiera machetearlo por bajo allí. Falló, además, con el acero.

Bien hecho y mejor presentado, en segundo lugar salió un burraco, que embistió de salida muy recto siempre por el pitón izquierdo y sin humillar. Emilio de Justo lo entendió pronto y le ganó terreno en cada lance hasta los medios, abriéndole los caminos para ayudarle a embestir. Tras una pelea irregular en varas, el comienzo de trasteo volvió a ser poderoso, con una docena de doblones hasta la boca de riego para atemperar su embestida.

Allí, recobrada la verticalidad, le ligó los muletazos a base de toques secos y fuertes para ganarle la acción y evitar que se venciera. Atacando siempre al pitón contrario el cacereño con un animal que tuvo prontitud, repetición y transmisión, pero que no descolgó nunca y tuvo esa tendencia a querer meterse por dentro. Arreció el viento, motivo por el que lo cerró y llegaron los mejores pasajes. Naturales con muchísimo gusto, echando los vuelos y cosiendo muy despacio las embestidas. Ya con la espada de verdad, tropezó al salir de la cara y se cortó con la hoja de acero en el tendón de Aquiles. No impidió el espadazo final. Eso sí, muy dolorido, tras cortar las dos orejas, dio la vuelta al ruedo con un pañuelo en la zona, que sangró bastante, por lo que pasó a la enfermería.

Manso y muy a la defensiva, el quinto no permitió a De Justo repetir el triunfo de su primero. Fue un animal que midió mucho y buscó siempre el cuerpo del torero con peligro. El cacereño tan sólo pudo hacerse ovacionar en un ceñido quite por chicuelinas. Pese a ello, trató de justificarse y le buscó las vueltas con oficio, pero no tuvo opción de más que de mostrar esa actitud. Marró, eso sí, con el acero.

Muy justito de presencia fue el tercero de Caicedo, animal bien hecho, pero excesivamente recogido. Tampoco fue un dechado de raza, aunque tuvo fijeza, prontitud y embistió con cierta vibración. Sin embargo, le faltó recorrido, repetir y fondo. Muy sereno, Roca Rey estuvo muy bien tanto en el saludo de capa como en los ayudados por alto con los que se lo sacó a los medios. Una vez allí, la faena fue un compendio de mimo y autoridad. Nunca lo exprimió, lo consintió, porque el riesgo de que se rajara el animal era evidente, pero logró meterlo en el canasto llevando la voz cantante. Se lo pasó cerca de verdad y se gustó en los derechazos, administrando sus embestidas. El final, con cambiados por la espalda y manoletinas hicieron que el tendido entrara en ebullición. Lo mató de estocada caída tras pinchazo y logró un trofeo.

Abierto de cuerna, el sexto fue el más serio por delante del envío. Resultó un astado manso, que se abría y se giraba al revés, sin la mínima intención de embestir con clase. Roca Rey comenzó con media docena de pases por alto agarrado a las tablas, pero su adversario no quiso nunca seguir la franela. Se lo sacó a los medios y, ahí, se rajó descaradamente en busca de los chiqueros. Aculado en tablas, fue imposible, por lo que el peruano pidió el sobrero de regalo antes de meterle un espadazo al que siguió un tremendo arreón de manso.

Fuerte y lleno, a pesar de su medida cara, el sobrero de regalo lució las cintas de Achury Viejo y fue un marrajo, con el que la gente tomó partida por él, pues tuvo poder. Sin embargo, la realidad es que fue un toro bravucón que se enceló en el caballo, pasando más de media docena de veces, y puso en apuros a los banderilleros. Luego, cuando se quedó a solas con Roca Rey, no obstante, no quiso nada. Rehuyó la pelea, muy desentendido, prácticamente sin embroque, se rajó una y otra vez. Imposible. Lo mató de pinchazo, estocada y un par de golpes de cruceta.

RESEÑA

Plaza de toros de Cañaveralejo, en Cali (Colombia)Colombia. Cerca de tres cuartos de entrada. Toros de Juan Bernardo Caicedo, irregulares de presencia. Bajos de raza y complicados para estar delante, porque no terminaron de obedecer en la muleta. Desentendidos y rajados, mansearon, en general. El 4º, de nombre ‘Barba azul’, nº 176, de 480 kilos y pelo negro, fue indultado por su nobleza, no por bravo.

Alejandro Talavante (de malva y oro), silencio y dos orejas simbólicas.

Emilio de Justo (de negro y oro), dos orejas y silencio.

Roca Rey (de marino y oro), oreja, silencio y silencio en el sobrero de regalo.

Incidencias: Tras el paseíllo, el público obligó a Marco Pérez a saludar desde el tercio y, posteriormente, a dar una vuelta al ruedo, entre gritos de ‘Libertad, Libertad’.

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

RELACIONADO

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img