Para los Anales. Pasarán unos años, cinco, diez, veinte… Y recordaremos este 25 de agosto de 2022. «¿Os acordáis de aquella tarde de Roca Rey en Bilbao?». Lo haremos, que nadie tenga duda. Recordaremos una ambición y un amor propio que no conocen límites del torero peruano. No olvidaremos cómo puede llevar el ser humano -si es que Roca Rey y el resto de toreros lo son, que sigue habiendo dudas en días así- el cuerpo tan al límite. Rebasar el umbral del dolor, cruzar la línea después de una voltereta espeluznante, para reventarlo, y no sólo acabar esa faena -que Matías en otro afán de protagonismo dejó en un solo trofeo-, sino salir de la enfermería y cortarle las dos orejas al sexto.
El desglose médico era una parte de guerra. Porque Roca Rey, hasta segundos antes de ponerse de nuevo la chaquetilla para volver al ruedo, a la épica batalla, tenía el goteo del suero puesto ya para enfilar el camino de la ambulancia rumbo al hospital. Se rebeló este volcán andino y culminó una tarde de figura de época. Pero, ojo, que además de heróica, hubo toreo bueno. Mucho. El peruano cuajó al ralentí a ese enclasado -el de embestida más dulce- último toro de una corrida importante, encastada y exigente de verdad, de Victoriano del Río. Otra más. Menuda temporada del hierro madrileño. El Juli, otra figura que supura la misma bravura y ansia de triunfo que Roca Rey, no se quiso ganar la pelea y defendió con uñas -dominio- y dientes -poder- su vitola de número uno. Sólo la espada, roma una tarde más este año, le alejó del triunfo. Manzanares, con el lote más áspero, fue ovacionado.
El tercero, hondo y con cuajo, estrecho de sienes, se partió el pitón derecho por la cepa y, en su lugar, salió un sobrero del mismo hierro. Bastito y algo atacado de kilos, más agradable por delante, pero serio y bien presentado. Recibo muy a favor del toro, ahormando su embestida, de Roca Rey. Tomó las dos varas al relance y saliendo huido en cuanto pudo. Nunca descolgó y apretó para dentro en banderillas, especialmente en el tercer par, de Viruta, que se desmonteró.
Comenzó de nuevo a llover y Roca Rey inició el trasteo por estatuarios, inmóvil, sin mover un milímetro las zapatillas, finalizando con uno por la espalda y sendos pases de pecho mirando al tendido. Tuvo mucho carbón el de Victoriano, que iba siempre a media altura. Roca Rey le presentó la muleta plana en el hocico y logró así encauzar ese torrente de poder y violencia del toro. Más áspero aún por el izquierdo, lanzando siempre un tornillazo seco, exigente de verdad, el peruano tragó mucho, incluso el pitón le resbaló por la rodilla al final de un muletazo. Cada vez con más genio y más agrio el toro, muy fiero, con menos recorrido, volvió a rebañarle y le abre la taleguilla a la altura de la rodilla derecha.
Siguió sin volver la cara y arriesgó por manoletinas en el epílogo. Cuando se cruzaba al pitón contrario, lo cogió de manera horrible por el abdomen, pasando de un pitón a otro, con mucha saña, haciendo por él en el suelo y pisoteándolo. Sin la chaquetilla, desmadejado y visiblemente conmocionado, con una posible cornada en la axila izquierda y magullado en el rostro, Roca Rey volvió a la cara del toro y le pegó media docena de manoletinas. Épico. Se volcó sobre el morrillo y dejó un espadazo de premios. La plaza, un clamor. Se pidieron los dos trofeos, pero Matías, desde el palco, decidió ser protagonista de nuevo e, impasible, concedió solo uno. Bronca enorme. Tras la vuelta al ruedo, pasó a la enfermería el peruano.
Tras unos minutos de espera, Roca Rey salió de la enfermería para dar cuenta del sexto, visiblemente mermado, maltrecho, pero después de ser infiltrado y Vista Alegre lo recibio en pie, tremenda ovación. Toro fino y bajo, de lomo recto, que abría más la cara, enseñando las puntas hacia delante, cerró plaza uno de Victoriano del Río que se deslizó con temple en el capote del peruano, que le pegó un buen ramillete de verónicas hasta los medios, a pesar de su evidente cojera. Se dejó pegar en varas y Antonio Chacón se desmonteró en banderillas. Buen tercio el suyo.
Se fue a los medios Roca Rey y brindó al público, sobrecogedora la ovación de Bilbao. Se echó de rodillas para el cambiado por la espalda, muy mermado, apenas podía avanzar terreno, pese a ello, logró el muletazo, aunque le desarmó el animal y le hizo hilo. Cojeando intentó zafarse, pero cuando lo iba a prender, se cruzó al quite milagrosamente Paco Algaba. Volvió a la cara, en pie, y volvió a pasar hasta tres veces por la espalda al toro. Fue un inicio majestuoso.
Después, brotó el toreo templado, largo, porque el de Victoriano del Río tuvo clase y profundidad, de gran hondura cada muletazo, toreando muy despacio, con relajo, pese a la paliza que llevaba encima. Hay derechazos a cámara lenta y uno de pecho larguísimo prácticamente circular. De enorme emotividad todo. Cuando toreaba por la zurda, lo arrolló con los cuartos traseros y quedó a merced del toro, que lo aprisionó contra el suelo, sin hacer por él, en segundos angustiosos. Insistió con la zurda y llegaron naturales de seda, acariciando la embestida humilladora y templada del burel, gran toro. Una tanda más, postrera, en redondo, toreando al ralentí. Aún más perfecta. Bilbao, como un manicomio, entregado. Se tiró detrás de la espada y metió un espadazo de premios, a toro parado, que lo encunó incluso, sin consecuencias, e hizo doblar al toro en cuestión de segundos. Dos orejas del tirón, inapelables.
Imponente, con alzada y engallado, con las puntas mirando al cielo, muy serio, pero bien hecho, El Juli se reencontró con otro de Victoriano del Río de nombre ‘Cantapájaros‘, esta tarde, en Bilbao. Un toro al que costó humillar en los primeros tercios. No tuvo franqueza ni se empleó con excesiva clase en el caballo, mostrando además cierto genio. Siguió desafiante y altivo, mantuvo esa condición en la primera tanda del madrileño por doblones que, sin embargo, a base de poder y dominio, logró domeñar la violencia de un toro incierto.
Se echó la muleta a la zurda y, por ahí, en pleno diluvio, a base de naturales de mano muy bajo y larguísimos, exigiendo mucho al animal, consiguió someterlo. Enorme la capacidad de Julián. A más la faena, queriendo mucho el de Velilla, con un toro exigente, pero que acabó sacando buen fondo y entregándose en la muleta. La espada, talón de Aquiles otra tarde más: dos pinchazos y tres golpes de cruceta, le dejaron sin premio. Fue ovacionado.
Muy zancudo, largo y alto, toro fino, serio y estrecho de sienes, enseñando las palas, rompió plaza un castaño que tuvo celo en el percal de El Juli de salida. Verónicas cadenciosas hasta la boca de riego. Saludo largo y con ritmo. Se dejó pegar en varas, donde se le mimó el castigo. Marcó muchísimo en banderillas las querencias y costó sacarlo de las tablas. Luego, en la muleta, El Juli estuvo muy torero, relajado, andándole con torería para sacarlo con torería y sin exigirle lo más mínimo, porque el toro fue obediente, tuvo nobleza, pero le faltó raza. Siguió con la derecha en la tanda posterior, apretándolo un poco más y dándole celo, pero fue en una tanda con la zurda, llena de hondura y alargando cada natural pulseándolo, donde llegó el mejor momento del trasteo. Lo mató de media trasera y tendida y fue ovacionado.
Más bajo y proporcionado, también más ofensivo que el primero, abriendo más la cara y con desarrollo de pitón, el segundo enseñaba las puntas. Humilló en el capote en el recibo, si bien, Manzanares no logró brillar. Cumplió en varas, con Óscar Bernal, haciéndolo perfecto, medido y en el sitio, en ambos puyazos. Cortó en banderillas. Comenzó por la diestra el alicantino, bajando mucho la mano, porque el de Victoriano del Río, encastado, lo quiso todo por abajo, con clase y abriéndose en cada muletazo. Dos buenas tandas, macizas y rotundas, llenas de empaque y buen trazo. Muy estéticas. Con importancia el toro. Menos rotundidad al echarse la franela a la zurda, por ahí hubo menos acople, e incluso perdió las manos un par de veces, lo que no ayudó. Desde ese momento, descendió el ritmo del toro y su transmisión, lo que condionó un trasteo que no volvió a alcanzar esa intensidad inicial al regresar a la diestra. Pinchazo y estocada.
Ofensivo, veleto y enseñando las palas, con longitud de pitón, pero bajo y proporcionado, bien hecho, el quinto fue un castaño que salió algo frío y dormido, enterándose, en los primeros lances de José María Manzanares. Buenas varas de Paco María, con el toro empujando en ambos encuentros. Hubo que llegarle mucho en banderillas. Manzanares trató de asentar la embestida del toro, que quiso todo por abajo, pero en cuanto punteaba las telas, se violentaba. Mucho más descompuesto y sin clase, porque además de ser deslucido, tuvo genio. La estocada, algo trasera, fulminante, le valió para saludar desde el tercio.
Plaza de toros del BIVA Bilbao, en Bilbao. Sexta de las Corridas Generales. Más de tres cuartos de entrada. Toros de Victoriano del Río, muy bien presentados, parejos y serios, de imponente trapío. El 1º, noble, pero de escaso poder y casta; el 2º, bravo e importante, mejor por el pitón derecho; el 3º, fiero y con carbón, peligroso; el 4º, exigente y áspero, pero terminó sacando buen fondo; el 5º, deslucido y con genio; y el 6º, buen toro, el más enclasado, con fijeza, prontitud y de embestida más dulce.
El Juli (de berenjena y oro), ovación y ovación tras aviso.
José María Manzanares (de sangre de toro y oro), ovación tras aviso y ovación.
Roca Rey (de azul eléctrico y oro), oreja con clamorosa petición de la segunda y dos orejas.
Incidencias: En banderillas, se desmonteró en el tercero, Viruta. Antonio Chacón hizo lo propio en el sexto.