Ensillado y más despegado de tierra, este cornidelantero quinto, de nombre “Hurón”, fue un toro más lleno y bien hecho, al que Perera logró indultar después de una de sus faenas más rotundas e importantes de la temporada. Lo saludó muy torero, con verónicas rodilla en tierra. El indulto tuvo el pequeño lunar de que apenas se le castigó en el caballo, pues en el encuentro desmonteró al picador y solo pudo señalar el puyazo, pues salió suelto. Largo quite por tafalleras y gaoneras del pacense, que luego comenzó con cinco cambiados por la espalda en los medios, sin enmendarse.
Perera lo cuajó de Alfa a Omega, toreando a placer a un toro de exquisita clase. Pronto, con fijeza, queriendo todo por abajo y embistiendo con una dulzura exquisita. Series largas, exigiendo por abajo al de La Quinta, que humilló con clase y profundidad, abriéndose mucho en cada muletazo. Todo muy ligado como un molinete, seguido del cambiado por la espalda, la arrucina y un cambio de mano eterno, para seguir al natural. Otra tanda completa de capeínas, con el compás abierto. Naturales largos y con hondura y un final por circulares en un palmo de terreno. El epílogo por bernadinas, tras coger el acero, que volvió a cambiar por la ayuda tras las mismas, para seguir toreando con la gente ya pidiendo el indulto. Estatuarios, derechazos, una tanda más al natural… La plaza, un clamor. Pañuelo naranja y perdón para “Hurón”. Cuatro Caminos, entregado al poderoso toreo de Perera y al excelente súper clase cárdeno de La Quinta. Simbiosis perfecta.