Morante echó las dos rodillas al suelo apenas asomó en el ruedo el primero y le sopló dos largas cambiadas. Cual prófugo de la justicia en acto de perdón para paliar su delito, o de penitente en busca de la redención de una tarde aciaga en la víspera y que no lo fue por su actitud ante un lote de toros infame de Álvaro Núñez, sino por dejar que los embarcaran con su paupérrimo trapío a cuestas. Lo de hoy fue otra cosa, con una corrida despegada del suelo casi toda ella pero bien presentada en líneas generales de Juan Pedro Domecq. Elevó, por cierto, la divisa sevillana el nivel de su mala temporada con un toro muy bueno, el tercero, otro de excelsa calidad pero contado poder, el segundo, y un quinto (Se abre en una nueva pestaña del navegay un sexto que permitieron darles fiesta. No es poco para venir de donde venía. Ninguno de ellos enlotó el torero de la Puebla (algún día haremos un estudio de la mala fortuna de este hombre en los sorteos) y todas esas buenas intenciones que les contaba al principio se estrellaron con dos marmolillos que llegaron listos de papeles a la muleta.
La tarde se la llevó de calle Tomás Rufo. Otra conquista más, otro feudo del que se adueña, otra muesca en el fundón en el año de su vida. El toledano debutaba en el coso de la Plaza de España y a su primero le cuajó faena ligada y medida, de torero con muebles de diseño italiano top en la cabeza. Porque hay que andar muy listo para acertar en el momento exacto la hora de coger la espada, de apretar o de aliviar una embestida… y de tirarse a matar como mandan los cánones haciendo el esfuerzo una sola vez y amarrar el éxito. Dos orejas le cortó a su buen primero y una más paseó del sexto, más informal y con peor estilo. En su debe, la sensación de que por momentos abre demasiado la embestida y el toreo surge con menor ajuste del deseado. En cualquier caso, nada que no se pueda mejorar y que ya ha demostrado, en Castellón pongamos por caso, saber poner en escena.
Lo de Talavante, en trance de reaparición, sigue siendo una incógnita ya superado el ecuador de este 2022. Capaz de cuajarle dos tandas de naturales de categoría a su primero, más suelto de muñecas, metido en la faena de verdad y recordando su mejor versión, para acto seguido diluirse en una faena mecánica, sin alma ni estructura, al quinto de la función. En busca del sitio perdido sigue Alejandro. Y eso dicen los que saben que lo arregla un toro que te lo devuelva. Ojalá le salga pronto.
Así a vuelapluma fue la tarde en la que, anécdota, Morante volvió a empuñar la manguera de riego siete años después para arreglar el desaguisado que los operarios estaban perpetrando en el ruedo y que así les habíamos contado toro a toro:
SEXTO: abrochó la función el toro de más peso del envío, zancudito y altón como casi todos sus hermanos. Tomás Rufo no se dejó nada en el tintero con el capote, ni en el recibo, ni en el galleo para llevarlo camino del testimonial puyazo, ni en el quite por chicuelinas. Lo mejor con diferencia, la despaciosa media abelmontada con la que cerró esto último. Se desmonteraron Carretero y Fernando Sánchez tras parear con exposición a un toro que midió y esperó mucho en ese tercio. Rufo inició su labor con muletazos por alto. El toro, que punteaba los engaños y no fue demasiado claro, se dejó torear. Anduvo con él correcto el nuevo valor de la torería andante, sin acabar de apretarse ni rematar los muletazos detrás de la cadera. Lo mejor, una serie a diestras cerrada con un pase de pecho a la hombrera contraria. Tras las manoletinas finales, mató al segundo intento y cerró su tarde con un nuevo trofeo. En total, tres. Nuevo feudo conquistado.
QUINTO: no tuvieron historia los primeros tercios de la lidia del quinto, un castaño despegado del suelo al que Talavante principió faena genuflexo al hilo de las tablas. Iba y venía sin humillar el de Juan Pedro, con una manejabilidad que Talavante no fue capaz de estructurar ni reducir. Toreó a la velocidad que marcaba el toro y así fue la faena: larga, ligera y desigual. Algún fogonazo propio de su calidad como torero, pero sin llegar de verdad a los tendidos. El epílogo por manoletinas tampoco tuvo el ceñimiento ni la emoción de los años de oro de Alejandro. Enterró la espada al tercer viaje.
CUARTO: Lo de la mala suerte de Morante en los sorteos empieza a ser un caso paranormal. El cuarto, que nos reconcilió con la seriedad mínima del toro para un coso de esta categoría, en general toda la corrida tuvo ese aire, no podía con su alma. Inédito con el capote tras el manguerazo de la merienda como ya sucediera hace años, trató de hilvanar faena a un marmolillo que perdía las manos continuamente. Algún muletazo suelto de categoría y poco más. El gozo del personal, en un pozo. La espada se fue al sótano al segundo intento.
TERCERO: metía la cara abajo el tercero con el defecto de salir suelto. Tomás Rufo se presentó en Alicante con un ramillete de verónicas y una media. Cuando se disponía a brindar al público, se vino el de Juan Pedro y sin inmutarse se puso a torear en redondo el toledano al natural. sin probaturas ni remilgos. Tiene temple natural Rufo y le funciona muy bien la cabeza. Entendió al toro, que fue extraordinario por calidad, recorrido y duración, y lo toreó en redondo por ambas manos a placer. Hubo más ajuste al final que en el ecuador de la faena y una última tanda, muy relajado y enterrado en la arena, fue una delicia. Mostró su momento Rufo, su potencial torero en lo que no se aprende y es innato y como mató de un sensacional volapié, fue premiado con las dos orejas.
SEGUNDO: el segundo, bien presentado y pelín alto en sus hechuras, embistió con temple en el capote de un Talavante que lanceó a pies juntos y quitó por chicuelinas. Se desmonteró Miguelín Murillo en banderillas y el inicio de Alejandro a pies juntos en la primera raya, por estatuarios, cambiándoselo por la espalda después y coronado por el pase del desdén, fue el prólogo a una labor iniciada con naturales de mucha entidad que recordaron a la mejor versión del diestro extremeño. Hasta tres tandas de AT por ahí, más suelto que en otras ocasiones esta temporada. El de Juan pero tuvo calidad, pero no fondo. Un cambio de mano mirando al tendido enervó al personal y la labor bajó el nivel con la mano derecha ya con el toro muy a menos. Dejó una estocada casi entera al primer intento y paseó la primera oreja de la tarde.
PRIMERO: Morante sorprendió echando las rodillas al suelo y soplándole dos largas cambiadas al castaño primero. Ya de pie y tras un desarme, dibujó unas bellas chicuelinas rematadas con una serpentina y la gente ya estaba reconciliada con él tras lo acontecido en la víspera. El quite a la verónica fue todo lo bueno que permitió la flojedad de remos del toro de Juan Pedro. El arranque de faena, saliéndose con él, tuvo muletazos preciosos por alto y un trincherazo de cartel. El de la Puebla dejó cosas sueltas bellísimas con un toro embistiendo a la defensiva por su falta de fuerzas. Imposible la ligazón pero sí la torería. Con la espada, muy mal. Cuatro pinchazos y estocada desprendida.
Plaza de toro de Alicante. Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y de juego desigual. Noble sin fuerzas el 1º, a menos el 2º, bueno y con calidad el 3º, muerto en vida el 4º, manejable a media altura el 5º, con movilidad pero sin clase el 6º.
Morante de la Puebla (de celeste y oro), ovación con saludos en su lote.
Alejandro Talavante (de azul noche y oro), oreja y ovación con saludos tras aviso.
Tomás Rufo (de blanco y oro), dos orejas y oreja tras aviso.
Incidencias: más de media plaza. Se desmonteró Miguelín Murillo tras parear al 2º, así como José Antonio Carretero y Fernando Sánchez en el 6º.