Los tres jinetes se mostraron muy por encima del flojo encierro de Los Espartales, en el día en el que Duarte Fernandes tomó la alternativa
La mañana en esta ciudad rompe a solear apabullantemente. No eran tontos nuestros ancestros romanos, que quisieron pacer en este paraje, donde igual que corre el fresco el sol se despereza sobre ella, sangrando rayos de luz pletórica, que calienta sin abrasar en exceso. Aquí se solía contar la historia de Pietro y Mauroco, un napolitano y su caballo, en lo que respecta. Mauroco era, según cuentan, un caballo árabe, al que su ingenioso dueño domó y luego enseñó a hacer numerosos trucos, tales como arrodillarse, ponerse en dos patas, llevarle cosas portándolas en la boca a quien Pietro le pidiese, saltar grandes obstáculos, y miles más. Cuando tuvieron que marchar de su patria, llegaron a Arles en busca de una vida mejor, pero allí, siendo puritanas sus gentes en aquel entonces (estamos hablando del s.XVI), lo consideraron brujería, y decidieron quemar a ambos en la hoguera delante de toda la ciudad como escarnio público. Esta historia enseña que es más impío el que porta el fuego que el “brujo” de turno. Saquen sus propias conclusiones, sólo les diré que yo veo a muchos pidiendo hoguera frente a la magia que otros crean, precisamente en las Arenas estamos esta mañana, y la corrida es de rejones. Toma además la alternativa Duarte Fernandes, un joven jinete portugués con gran proyección, de la dinastía Fernandes, que tanto ha dado a Portugal y al caballo en general. Veamos qué depara.
Llegó el momento ceremonial, rebosado en aplausos. Duarte Fernandes se fundió en un abrazo con su padrino, además de ello su tío, Rui Fernandes, recibiendo de él su rejón de castigo, en presencia de Diego Ventura. Tras ello salió el primero de Los Espartales, negro bragado, hondo y gacho de corta cuerna. Duarte Fernandes lo recibió con garbo y sacándole ritmo, colocando con habilidad y maneras el rejón de castigo, en todo lo alto, tras lancearlo un par de veces por quiebros. Tras ello consiguió avivarle la llama, sacándole un tranco más al burel. Comenzaron las banderillas, donde a lomos de “Artista” dejó los mejores momentos de su faena, a pesar de quedarse sin toro en el primer palo, reponiéndose debidamente después, poniendo cuatro buenos palos, enganchando las arrancadas con suavidad. El toro bajó unas cuantas marchas, rozando el mínimo, flaqueando en fuerzas, disminuyendo en ritmos y llegando incluso a echarse en lo que iba a por las banderillas cortas. Las cortas tuvieron que ponerse prácticamente a la media vuelta, ya que al toro poco le quedaba. Insistencia y elegancia tuvo la labor del luso, que fue medrada por la falta de transmisión nacida de la mansa actitud del bovino a estas alturas. Remató con un buen rejón de muerte, un punto trasero quizás, pero muy rápido en efectividad, que le brindó la oreja a su esportón.
Devolución de trastos. Rui Fernandes, además de dedicarle unas palabras al alternativado, quiso dirigirse igualmente a Diego Ventura, así como a Juan Bautista y a sus familiares allí presentes. El toro, negro, tenía complexión un tanto ensillada, con un cuello prominente y altivo. De remate, era parecido en cuerna. Rui Fernandes puso el rejón de castigo un poco trasero, pero arriba, lo que le sirvió. Posteriormente, en banderillas, se apretó sin pelos en la lengua, cabalgando con ajuste y soltura, con una gallardía casi aristocrática. El toro tiraba algún que otro derrote, y parecía tener más chispa, así se dejó ver en las primeras banderillas, puestas al quiebro, en el sitio y galopadas desde cerca. Planteó una buena faena, pero las exigencias y casta del portugués estaban por encima del toro en esos momentos, que había empezado a rajarse. Otro que se echó tras un capotazo, justo antes de los rehiletes cortos, mansurrón ya. No rubricó con la debida suficiencia su faena, poniendo un rejón especialmente bajo, que terminó por valer. Se quedó en una oreja.
Llegó el turno de Ventura. Salió de toriles un burel de parecida estampa al primero de la mañana, algo más pequeño en tamaño, un punto astigordo. Fue chisposo de primeras, y se le hizo difícil al jinete de la Puebla ponerle el rejón de castigo adecuadamente, colocando de manera nefasta uno en primer lugar, muy trasero y caído, casi pasado el costillar, y rectificando con otro de mejor colocación. Tras ello, en banderillas estructuró una muy ordenada obra, en la que jugó debidamente con las distancias, yéndole desde lejos de primeras y acortando distancias cuando el toro estaba ya apagado, siendo ahí cuando puso sus mejores rehiletes, quebrando y adornando en la misma cara del toro. Hasta cante le sonó, en esos momentos en los que la faena tocaba techo. Pero llegó la decadencia. La actitud de salida ya no existía, y afloró de nuevo la mansedumbre. Vamos, que se echó tras unos cuantos palos, esta vez sin necesitar ni siquiera capote. Mal, francamente mal el primer tiempo de la corrida, hablando de ganado. Ventura se dirigió a por las banderillas cortas, pero tras la negativa y protesta de la grada, finalmente no las puso, por lo que tomó el rejón de muerte. Cayó arriba pero atravesado, por lo que tuvo que descabellar, acertando a la primera. Palmas.
El negro cuarto de la mañana era algo más desarrollado de pitones sin ser nada exagerado, brochos estos. Salió abanto, sin hacerle mucho caso al corcel que montaba Rui Fernandes. Cuando al fin lo consiguió despertar de la hipnótica querencia, le colocó un rejón en buen sitio, que no consideró suficiente, teniendo que ponerle otro, también de notable colocación. Llegaban las banderillas, y con ellas las manos del caballero luso, que con maestría y cercanía se hizo de nuevo con las Arenas. Se pegó el arrimón, teniendo a los toros casi a la grupa, pintando lienzos a brocha suelta, sin miedo. El toro tenía fuelle pero se terminó por rajar, quedando parado y descastado a mitad del tercio. No obstante, Fernandes reanimó al personal poniendo un par a dos manos, que ejecutó con habilidad y lucidez, llegando a los tendidos. Puso buenas banderillas cortas previas al rejón de muerte, que colocó caído, pero sirviendo. Una oreja y la regalada vuelta al ruedo al toro, excesiva sin duda.
Algo más de presencia tenía el quinto, negro también. Ventura lo recibió con brío e intensidad, poniendo el rejón de castigo en el sitio sin trastabillarse lo más mínimo a pesar del disparo que tenía el burel. En banderillas, sacó al ruedo a “Bronce” con el que relució envuelto en adornos, piruetas y potencia, toreando como si lo estuviera haciendo a pie en todo momento, poniendo los palos en todo lo alto. El cante se hizo otra vez presente, sobraba en esta ocasión por repetitivo, a pesar de que la faena tenía vuelos sin lugar a dudas. Tras poner tres palos, le quitó el bocado a Bronce, para replicarle el quite a Fernandes, poniendo banderillas a dos manos, sin riendas éstas. Toreó hasta llegarle a la misma cara, y sin recular ni un palmo, las colocó al sesgo. Vibró la piedra, entregada al torero, vaciado en potencia, lleno de plaza y rebosante de viveza. Hizo contraste frente al toro, que se amorcilló tras varios palos. Tres banderillas cortas le puso para finiquitar su hacer, puestas magistralmente. Llegó la muerte. El rejón cayó un punto trasero pero fue fulminante finalmente, y la plaza cayó rendida a sus pies. Le concedieron las dos orejas y el rabo, excesivas, con dos hubiera sido suficiente, y la vuelta al ruedo al toro, injustificada desde luego, ya que si el toro tuvo algo, fue por su lidiador, que le tapó todos los defectos posibles levantando a un muerto.
El último era el más grande de la tarde, pesado en lo físico y en lo psicomotriz. Duarte Fernandes brindó su faena a sus familiares y a sus compañeros de cartel.
Colocó dos rejones de castigo, algo descolocado el primero, por lo que quiso poner un segundo, ahora sí, bien colocado. La faena por banderillas la planteó en torno a los adentros, apuesta valiente y arriesgada, pues era el toro con más raza de la corrida sin duda, con ramalazos de picante. Pegado a tablas se fue con él, sin miedo a nada, sesgando primero por fuera y saliendo de la cara del toro por dentro, lo que le honra. Valor a prueba de bombas, este jinete quiere ser grande, lo dice su ambición. Le dio una gran lidia, mostrándose capacitado, con la raza y el temple por bandera, andándole todos los terrenos, tocando todos los palos. Finalizó con dos banderillas cortas y luego puso una estocada caída y un tanto trasera que sin embargo le fulminó. El público le pidió la oreja, concedida por el presidente.
El encierro de Los Espartales fue manso y flojo, a excepción del sexto, que tuvo opciones y chispa. Fueron toros de más a menos, perdiendo mucha fuerza y codicia todos ellos a mitad de faena, con buen comienzo y sin redondear. Y fue muy flojo de fuerzas casi en su totalidad, echándose tres o cuatro toros sin más a mitad de faena. Dejó andar a los jinetes, que en algunas ocasiones tenían que tirarles de la testuz para que se les arrancasen de una vez. Triunfaron ellos, llevándose la tarde Ventura, que dejó la mayor obra de arte en su faena al quinto de la mañana. Rui Fernandes se mostró gallardo en su invisible veteranía, de la que sólo se le nota lo bueno, planteando dos faenas con ritmo y alma, cortando una oreja en cada una. El alternativado, Duarte Fernandes, mostró mayor madurez de la que tendría cualquier otro en sus zapatos, mostrándose a la altura con creces, y cortando una oreja a cada toro de su lote. Los tres salieron a hombros de la plaza, que hoy registró cuarto y medio de entrada. Hizo calor para aburrir, no les miento. Hubo buen ambiente, se notó sin embargo la diferencia de exigencias en el público con respecto a la lidia a pie, siendo el público del festejo de hoy menos exigente. Los jinetes estuvieron muy por encima del encierro, sin duda, por lo que tampoco logro entender por qué el mayoral terminó dando la vuelta al ruedo acompañando a Duarte Fernandes tras morir el último toro.
Seamos brujos. Abracemos nuestra contracorriente. Seamos uno ante la muchedumbre furiosa y puritana. Somos el progreso verdadero, al fin y al cabo, sin entender de políticas. Mueran los lobos con piel de cordero. Y viva la familia. No habrá hoguera que pueda con nosotros. Pero démonos la mano. Mi verso, no será el último que lean hoy:
Lobo con piel de cordero
No vale su diente ni un duro
Mueran los ojos marrulleros
Vivan los mirares más puros.
Domingo 12 de septiembre de 2021. Plaza de toros de Arles (Francia). 6 Toros 6, de Los Espartales para rejones para Rui Fernandes, oreja y oreja; Diego Ventura, silencio y 2 orejas y rabo y Duarte Fernandes, que toma al alternativa, oreja y oreja.
Incidencias: Matinal. Goyesca de rejones. 3ª de la Feria del Arroz. Al 4º y 5º toro de Los Espartales se premió con la vuelta al ruedo, muy excesivas ambas.